La crisis que el sismo del 19 de septiembre pasado desató en la Ciudad de México dejó claro que uno de los puntos débiles en su plan de resiliencia es el estrés al que quedan sometidos sus sistemas de movilidad en un escenario de emergencia.

El sismo de magnitud 7.1 mostró que la ciudad no está preparada para mover a su población en momentos fuera de lo común como el sismo del mes pasado, consideró Adriana Lobo, directora ejecutiva del WRI México.

Durante su participación en el foro “AMAM: La Urgencia de una Movilidad Resiliente”, Lobo explicó que, en este tipo de situaciones, los sistemas de movilidad son fundamentales para apuntalar el proceso de resiliencia que experimentará la urbe.

Uno de los problemas colaterales que el sismo del 19 de septiembre provocó en la Ciudad de México fue el colapso casi inmediato de los diferentes sistemas de movilidad, tanto públicos como privados.

“En términos de resiliencia tenemos que prepararnos ante todo tipo de situaciones que debiliten o dañen nuestra sociedad y a nuestras ciudades”, explicó Adriana Lobo, directora ejecutiva de WRI México.

La directora ejecutiva de WRI México destacó que, en un escenario de crisis, las decisiones sobre cómo moverse determinará el grado de recuperación que la sociedad, y la ciudad misma, tendrá en los días que seguirán a la emergencia.

Por su parte, Laura Ballesteros, subsecretaria de Planeación de la Secretaría de Movilidad, destacó la participación ciudadana durante los días de la emergencia. “El valor y la resiliencia de la Ciudad de México están construidos sobre su gente y ese el eje más importante de todo lo que se pueda hablar en materia de resiliencia”, aseguró.

La ciudad paralizada

En el caso de la capital del país, la emergencia paralizó calles, avenidas e incluso los principales servicios de transporte masivo, tanto Metro como Metrobús fueron superados por la demanda masiva y súbita de usuarios.

El Metro tardó en recuperar su servicio en tanto revisaba el estado de sus instalaciones, y Metrobús quedó, en muchos tramos, como en avenida Insurgentes por donde corre la Línea 1, atrapado entre decenas de vehículos que invadieron el carril confinado.

Estas escenas demostraron que, si bien quienes habitan en la Ciudad de México están preparados y conocen los protocolos para actuar ante un sismo, hasta antes del terremoto del 19S, nadie se había preguntado cómo regresar a casa en medio del caos o sobre cómo la ciudad debe reaccionar en materia de movilidad después de este tipo de eventos.

Casi 12 horas después del sismo la capital continuaba congestionada. Incluso un día después, la falta de coordinación de las decenas de voluntarios que salieron a las calles prolongó la parálisis, principalmente en las zonas en las que edificios colapsaron.

En relación con la paralización del transporte púbico, Jesús Padilla, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, dijo que la Ciudad de México tiene amplias lecciones que aprender y citó como ejemplo de esto la necesidad de mantener abiertos los carriles exclusivos o confinados, que ante congestionamientos pueden ser vías libres para el paso de vehículos de emergencia.

El aprendizaje

La experiencia permitió plantear algunas recomendaciones para que la ciudad y sus habitantes y gobernantes afronten con una mejor preparación una situación futura como la del sismo del 19S.

Al respecto, Adriana Lobo propuso que la planificación para regresar a casa después de una situación como un sismo o una inundación forme parte de los simulacros que se realicen para prevenir ambos fenómenos naturales.

Otro requerimiento sería el de definir un canal confiable de comunicación, establecer protocolos de mensajes e instrucciones públicas permanentes, actuar sobre el control vial durante la emergencia y controlar la oferta del transporte público.

Lobo también destacó la importancia que la movilidad activa jugó durante el último sismo, durante el que el uso de la bicicleta y la caminata mostraron una alta adaptabilidad y capacidad de movilidad frente a escenarios de crisis.