La ventana de oportunidad para tratar de mantener el calentamiento global promedio por debajo de los dos grados centígrados se reduce aceleradamente, con impactos catastróficos. Estos efectos ya se aprecian de forma clara y cotidiana en nuestro país, al igual que en el resto del planeta.

Como ejemplo, un incremento promedio de dos grados en la temperatura global podría provocar que en México, en el año 2030, se registraran hasta 29 días adicionales con una temperatura superior a los 40 grados centígrados, lo cual tendría consecuencias devastadoras tanto en la disponibilidad de recursos básicos, como el agua, como en la salud de la población y en el mantenimiento de los ecosistemas.

Por lo general, las ciudades registran temperaturas promedio superiores a las de las zonas rurales y boscosas de sus periferias, aunque en su interior puede haber variaciones significativas. Ese fenómeno de acumulación de la radiación en el núcleo urbano se conoce como isla de calor urbana (ICU).

Las ICU son un problema urgente en América Latina, donde más del 80% de la población vive en ciudades. La población mexicana, que es eminentemente urbana, está expuesta a las consecuencias del incremento de la temperatura, sobre todo las personas que viven en ciudades de zonas muy cálidas, con problemas de salud, o niños y adultos mayores. Un estudio reciente sobre la mortalidad por temperaturas extremas de la población urbana latinoamericana estima que, en episodios de calor, por cada grado adicional de temperatura, la probabilidad de fallecer se incrementa porcentualmente en 0.57 respecto a una situación con temperatura normal, y la mayor mortalidad inducida por altas temperatura se debe a enfermedades cardio y respiratorias. La población mayor de 65 años es especialmente vulnerable.

Tomando el caso de Monterrey como referencia, el siguiente texto propone que las ciudades comiencen a incorporar planes de mitigación y adaptación para contrarrestar los impactos del calor; de lo contario, la mortalidad asociada a altas temperaturas en ciudades expuestas irá en aumento en la próxima década.

¿Cómo se mide una isla de calor urbana?

Las mayores temperaturas de las ICU se explican principalmente por los usos del suelo de las ciudades y sus patrones de cobertura: las áreas urbanas, a medida que se expanden y añaden nuevas vialidades y edificios, incrementan su superficie impermeable del suelo, por lo regular con el uso de materiales oscuros como el asfalto o el hormigón. Este proceso da como resultado una mayor temperatura, ya que se disminuye el albedo, es decir, la cantidad de radiación solar reflejada por las superficies urbanas. De forma simultánea, la superficie arbolada y la vegetación, esenciales para incrementar la evapotranspiración y reducir la radiación de onda corta, se reducen.

Para identificar una isla de calor es necesario, primero, detectar qué zonas de la ciudad registran temperaturas anormalmente cálidas. El tipo de análisis a emplear dependerá de los objetivos de política pública que persiga cada ciudad y de los datos disponibles. De forma general, existen dos tipos de fuentes de información para identificar las islas de calor, y cada una tiene sus limitaciones.

La primera la conforman los datos de temperatura del aire de las estaciones meteorológicas, que proporcionan información fundamental para identificar la sensación térmica de las personas a nivel de calle. Sin embargo, las estaciones de monitoreo suelen tener una cobertura reducida de la superficie urbana, y realizar análisis detallados mediante sensores en zonas específicas puede requerir de mayores inversiones.

La segunda opción es a través de la percepción remota, es decir, de la información de la temperatura superficial recogida por los satélites. Si bien esta segunda opción no recoge exactamente la sensación térmica percibida por las personas, tiene la gran ventaja de tener una amplia cobertura y disponibilidad de datos, así como un bajo costo. Sin embargo, debido a las limitantes de la resolución de la información, no es posible alcanzar el mismo nivel de detalle que con la primera opción. Pese a lo anterior, la percepción remota puede ser la opción más viable para el caso de las ciudades mexicanas, especialmente las que se encuentran en zonas con mayor riesgo por temperaturas altas y con mayor población expuesta a los efectos de las ICU. La ciudad de Monterrey es un ejemplo de este último grupo.

El caso de Monterrey

Los efectos del cambio climático en Monterrey son ya un aspecto ineludible del día a día de sus habitantes: incrementos anómalos de un grado centígrado de la temperatura atmosférica en mayo y ciclos de precipitaciones alterados con riesgo extremo de estrés hídrico. Además, su modelo urbano supone un reto de adaptación para la nueva realidad climática. En los últimos años, la zona metropolitana ha incrementado su mancha urbana y, por lo tanto, su superficie impermeable, a una tasa promedio anual superior a 2%, y casi cuatro veces más en las localidades periurbanas, a costa de perder zonas de vegetación que podrían haber amortiguado los incrementos de temperatura. En los últimos veinte años, la ciudad de Monterrey ha perdido 38.6% del suelo permeable con valor ambiental frente al 21.1% del promedio nacional. La discusión de la viabilidad del modelo urbano expansivo de baja densidad orientado al automóvil se convierte por tanto en una cuestión prioritaria de política pública en el actual contexto climático.

La población de la ciudad de Monterrey está altamente expuesta a las ICU, lo cual agudiza los impactos del cambio climático en las poblaciones vulnerables con un acceso deficiente a espacios públicos. Las zonas con una mayor cantidad de espacio abierto arbolado por lo general registran menores temperaturas, lo cual mejora la calidad de vida de las personas y reduce su vulnerabilidad. En un ciclo virtuoso, la mayor disponibilidad de espacios arbolados, al reducir la temperatura, propicia que una mayor cantidad de peatones y ciclistas utilice esos lugares y con mayor frecuencia, lo que incrementa su actividad física y mejora su calidad de vida.

La figura 1 muestra en detalle el fenómeno alrededor del cerro del Topo Chico. El área natural protegida, arbolada y sin pavimentar destaca nítidamente como la zona con menor temperatura superficial. En el tejido urbano consolidado, los espacios públicos también muestran reducciones en la temperatura, sobre todo aquellos de mayor escala y con una mayor superficie vegetal.

Figura 1. Temperatura media de la superficie terrestre en el área de Topo Chico de marzo a mayo de 2021. Fuente: elaboración propia con base en datos de 2021 de Nasa Earth Exchange (NEX).

Por tanto, incrementar el número de áreas verdes en la ciudad, tanto en cantidad como en calidad (al reforestar y cambiar los materiales en las superficies pavimentadas del espacio público), es una estrategia fundamental para adaptarse al nuevo escenario climático. Además, la redistribución y creación de nuevos espacios públicos permite modificar el patrón actual de concentración de parques y generar mayores niveles de equidad, pues esto incrementa el acceso de la población con carencias o sin acceso a espacios abiertos (Figura 2). Con las medidas adecuadas, la vulnerabilidad a las altas temperaturas de la población de esas áreas se reduciría, lo cual resulta especialmente relevante para las poblaciones sin los medios económicos para realizar mejoras en sus viviendas, así como para los niños y adultos mayores.

Figura 2. Acceso a espacio abierto en la zona metropolitana de MonterreyFuente: elaboración propia con base en la metodología del Índice de desigualdad urbana.

La incorporación de planes de mitigación y adaptación como vías para contrarrestar los impactos del calor

Es necesario implementar medidas de adaptación urgentes para reducir los impactos perniciosos de las ICU. Destacan tres vías.

  • El control de la expansión urbana y la protección de las áreas naturales como medida inicial
  • La mejora del monitoreo para generar datos que permita la toma de decisiones informada
  • El reverdecimiento de los espacios públicos de la ciudad, de parques y vialidades es una tercera ruta inmediata

Esta última medida no sólo ayudaría a controlar las ICU, sino que tendría otros efectos beneficiosos, como la mejora de la salud mental y física de la población, mayor absorción de algunos contaminantes, y proporcionar un soporte vital para la biodiversidad.

El avance adaptativo de la ciudad se puede monitorear mediante la percepción remota para cuantificar la población beneficiada y la contribución real de los nuevos espacios públicos arbolados en la reducción de la temperatura, lo cual genera evidencia para apoyar la introducción de estas medidas en otras ciudades.

Otras líneas de trabajo, como la adopción de un modelo urbano alternativo, requiere de una acción más amplia. Para poder restringir el crecimiento horizontal de la mancha urbana y alojar a la futura población, es necesario un crecimiento urbano vertical. Sin embargo, la densificación sin incrementar la superficie permeable arbolada puede empeorar el efecto de las ICU, ya que mayores superficies de las fachadas de los edificios podrían retener una mayor cantidad de radiación, especialmente en corredores urbanos de alta densidad. Una posible solución podría ser la creación de una gran cantidad de nuevos espacios verdes, distribuidos por todo el tejido urbano, sin incrementar la superficie impermeable, ya que la evidencia sugiere que una distribución homogénea de espacios verdes de menor tamaño tiene un mayor efecto de reducción de la temperatura promedio que un solo espacio verde de mayor tamaño.

El impacto beneficioso se incrementará, además si se incorporan otro tipo de medidas y soluciones de corte tecnológico, como mejorar la eficiencia térmica de los edificios, usar materiales de alta reflectividad, construir techos verdes y otras soluciones que contribuyan a reducir la absorción térmica. Por ejemplo, la ciudad de Baltimore estima que la instalación de cubiertas reflectantes en sus edificios puede reducir 1.4 grados centígrados la temperatura máxima en verano, y sus beneficios económicos serían ocho veces superiores a la inversión inicial. En la ciudad de Los Ángeles se prueba en barrios con poco arbolado un nuevo acabado reflectante sobre el asfalto para reducir el efecto de isla de calor. La ciudad de Portland ha reformado su código de zonificación para limitar la superficie pavimentada de estacionamiento y reducir la superficie de absorción térmica. Otras ciudades han incorporado estrategias de bajo costo para incrementar las zonas de sombra en vialidades en las que es complicado plantar árboles. Sin embargo, estas medidas, aunque beneficiosas, se deben entender de forma complementaria al objetivo de crear una ciudad con una amplia cobertura de arbolado.

WRI México trabaja con la Secretaría de Desarrollo Urbano de Monterrey para analizar las zonas con un mayor impacto de las ICU y proponer acciones en áreas piloto que ayuden a mitigar este fenómeno. De no atenderse de forma urgente este problema, se generará en el futuro cercano la reducción general de la calidad de vida de los ciudadanos, muertes prematuras, altos costos económicos y una pérdida de competitividad de la ciudad. Como en todos los fenómenos urbanos, no existe una solución única, pero se requerirá del conocimiento integrado de varias disciplinas, como el diseño urbano, la ingeniería térmica, la salud pública, la economía urbana y otras áreas de conocimiento, para juntas diseñar soluciones que procuren una mejor ciudad para los habitantes, y en especial para los más vulnerables.