Este texto fue originalmente publicado en inglés en este enlace

La publicación del 20 de marzo de 2023 de la entrega final del Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), una tarea de ocho años del organismo científico con más autoridad del mundo sobre el cambio climático, proporciona la mejor y más completa evaluación científica disponible sobre el cambio climático.

Este informe de síntesis del IPCC, que se basa en los hallazgos de 234 científicos sobre la ciencia física del cambio climático, de 270 científicos sobre los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad al cambio climático, y de otros 278 científicos sobre la mitigación del cambio climático, también es una lectura desalentadora.

En casi 8 mil páginas, el AR6 detalla las devastadoras consecuencias del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en todo el mundo (por ejemplo, la destrucción de viviendas, la pérdida de medios de subsistencia y la fragmentación de las comunidades), así como los riesgos cada vez más peligrosos e irreversibles que enfrentaremos si no cambiamos de rumbo.

Pero el IPCC también es esperanzador, al destacar vías para evitar estos riesgos cada vez más intensos. Identifica acciones que pueden ser fácilmente implementadas y, en algunos casos, muy rentables para reducir las emisiones de GEI, aumentar la remoción de dióxido de carbono y aumentar la resiliencia. Si bien la ventana de oportunidad para abordar la crisis climática se cierra rápidamente, el IPCC afirma que aún podemos asegurar un futuro seguro y habitable.

Estos son 10 hallazgos clave del informe:

1. El calentamiento global de 1.1 °C, inducido por las personas, ha provocado cambios en el clima de la Tierra que no tienen precedentes en la historia humana reciente

Con un aumento de la temperatura global de 1.1 °C, hay cambios en el sistema climático sin precedentes en siglos o milenios en todas las regiones del mundo, y los cuales van desde el aumento del nivel del mar, pasando por fenómenos meteorológicos más extremos, hasta la rápida desaparición del hielo marino.

Un incremento adicional de las temperaturas aumentará la magnitud de estos cambios. Cada 0.5 °C de incremento de la temperatura global, por ejemplo, causará aumentos claramente perceptibles en la frecuencia y severidad de calores extremos, lluvias severas y sequías regionales. De manera similar, las olas de calor que, en promedio, surgían una vez cada 10 años en un clima con poca influencia humana, probablemente ocurrirán 4.1 veces más frecuentemente con un aumento de la temperatura global de 1.5 °C; 5.6 veces con 2 °C, y 9.4 veces con 4 °C. La intensidad de estas olas de calor también aumentará en 1.9 °C; 2.6 °C, y 5.1 °C, respectivamente.

El aumento de las temperaturas globales también eleva la probabilidad de alcanzar puntos de inflexión peligrosos en el sistema climático que pueden desencadenar reacciones autoamplificadoras que incrementan aún más el calentamiento global, como el deshielo del permafrost o la destrucción masiva de los bosques. Desatar tales reacciones también puede conducir a otros cambios sustanciales, abruptos e irreversibles en el sistema climático. Si el calentamiento alcanza entre 2 °C y 3 °C, por ejemplo, las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida occidental podrían derretirse casi por completo y de manera irreversible durante miles de años, lo que provocaría un aumento de varios metros del nivel del mar.

2. Los impactos climáticos en las personas y los ecosistemas son más generalizados y severos de lo esperado, y los riesgos futuros aumentarán rápidamente con cada fracción de grado de calentamiento

Descrito como un “atlas del sufrimiento humano y una acusación incriminatoria del fallido liderazgo climático” por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, una de las conclusiones más alarmantes de AR6 es que los impactos climáticos adversos ya son más extremos y de mayor alcance de lo previsto. Aproximadamente la mitad de la población mundial enfrenta en la actualidad una grave escasez de agua durante al menos un mes al año, mientras que las temperaturas más altas permiten la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria, el virus del Nilo Occidental y la enfermedad de Lyme. El cambio climático también ha frenado las mejoras en la productividad agrícola en latitudes medias y bajas, con una reducción en el crecimiento de la productividad de los cultivos de un tercio en África desde 1961. Y, desde 2008, las inundaciones y tormentas extremas han obligado a más de 20 millones de personas al año a abandonar sus hogares.

Cada fracción de grado de calentamiento intensificará estas amenazas, e incluso limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C no sería un estado seguro para todas las personas. Con este nivel de calentamiento, por ejemplo, 950 millones de personas en zonas áridas del mundo experimentarán estrés hídrico, estrés por calor y desertificación, mientras que la proporción de la población mundial expuesta a inundaciones aumentará en un 24 %.

Del mismo modo, superar los 1.5 °C de calentamiento, aunque sea de manera temporal, dará lugar a impactos mucho más graves, a menudo irreversibles, que van desde la extinción de especies locales, pasando por el ahogamiento de pantanos de aguas saladas, hasta la pérdida de vidas humanas debido al aumento del estrés por calor. Por lo tanto, limitar la magnitud y la duración de un rebasamiento de los 1.5 °C es fundamental para garantizar un futuro seguro y habitable, al igual que mantener el calentamiento cerca de los 1.5 °C o tan bajo como sea posible. Incluso si este límite de temperatura se supera para fines de siglo, la urgencia de frenar rápidamente las emisiones de GEI para evitar niveles más altos de calentamiento y los impactos asociados permanece.

3. Las medidas de adaptación pueden generar resiliencia de manera efectiva, pero se necesita más financiamiento para escalar las soluciones

Las políticas climáticas en al menos 170 países ya incluyen la adaptación al cambio climático, pero en muchas naciones estos esfuerzos aún tienen campo de mejora desde su planificación hasta su implementación. Las medidas para aumentar la resiliencia son todavía y mayoritariamente a pequeña escala, reactivas e incrementales, y en gran medida se centran en los impactos inmediatos o en los riesgos a corto plazo.

Esta disparidad entre los niveles de adaptación actuales y los requeridos persiste en gran parte debido a una financiación limitada. Según el IPCC, tan solo los países en desarrollo necesitarán de 127 mil millones de dólares al año para 2030, y de 295 mil millones de dólares anuales para 2050 para adaptarse al cambio climático. Pero los fondos para la adaptación alcanzaron únicamente entre 23 mil millones y 46 mil millones de dólares entre 2017 y 2018, lo que representa del 4% al 8% del financiamiento climático rastreado.

La buena noticia es que el IPCC encontró que, con suficiente apoyo, las ya disponibles y comprobadas soluciones de adaptación pueden generar resiliencia a los riesgos climáticos y, en muchos casos, brindar de manera simultánea beneficios de desarrollo sostenible más amplios.

La adaptación basada en ecosistemas, por ejemplo, puede ayudar a las comunidades a adecuarse a los impactos que ya devastan sus vidas y medios de subsistencia, al tiempo que salvaguarda la biodiversidad, mejora la situación sanitaria, refuerza la seguridad alimentaria, brinda beneficios económicos y mejora la captura de carbono. Muchas medidas de adaptación basadas en ecosistemas (incluida la protección, restauración y gestión sostenible de los ecosistemas), así como prácticas agrícolas más sostenibles (como la integración de árboles en las tierras de cultivo y el aumento de la diversidad de cultivos) pueden implementarse en la actualidad a costos relativamente bajos.

Una colaboración significativa con los Pueblos Indígenas y las comunidades locales es fundamental para el éxito de este enfoque, al igual que garantizar que las estrategias de adaptación basadas en ecosistemas estén diseñadas para dar cuenta de cómo el futuro aumento de la temperatura global afectará a los ecosistemas.

4. Algunos impactos climáticos ya son tan severos que las poblaciones ya no se pueden adaptar a ellos, lo que genera pérdidas y daños

Alrededor del mundo, las personas y los ecosistemas altamente vulnerables ya batallan con adaptarse a los impactos del cambio climático. Para algunos, estos límites son “flexibles”: existen medidas de adaptación efectivas, pero los obstáculos económicos, políticos y sociales limitan la implementación, como la falta de apoyo técnico o la financiación inadecuada que no llega a las comunidades donde más se necesita. Pero en otras regiones, las personas y los ecosistemas ya enfrentan o se acercan rápidamente a límites "estrictos" de adaptación, pues los impactos climáticos de 1.1 °C de calentamiento global se vuelven tan frecuentes y severos que ninguna estrategia de adaptación existente puede evitar por completo las pérdidas y daños. Las comunidades costeras en los trópicos, por ejemplo, han visto sistemas completos de arrecifes de coral que alguna vez sustentaron sus medios de vida y seguridad alimentaria experimentar una mortalidad generalizada, mientras que el aumento del nivel del mar ha obligado a vecindarios de zonas bajas a mudarse a terrenos más altos y abandonar sitios culturales.

Ya sea que se enfrenten a límites flexibles o estrictos para la adaptación, el resultado para las comunidades vulnerables suele ser irreversible y devastador. Tales pérdidas y daños sólo aumentarán a medida que el mundo se caliente. De sobrepasar los 1.5 °C de aumento de la temperatura global, por ejemplo, las regiones que dependen de la nieve y el derretimiento de los glaciares probablemente experimenten una escasez de agua a la que no pueden adaptarse. A 2 °C, el riesgo de fallas simultáneas en la producción de maíz en importantes regiones productoras aumentará drásticamente. Por encima de los 3 °C, el peligrosamente elevado calor del verano amenazará la salud de las comunidades ubicadas en partes del sur de Europa.

Se necesita una acción urgente para evitar, minimizar y abordar estas pérdidas y daños. En la COP27, los países dieron un paso fundamental al acordar establecer acuerdos de financiación para pérdidas y daños, incluido un fondo específico. Si bien esto representa un avance histórico en las negociaciones climáticas, los países ahora deben determinar los detalles de cómo se verán en la práctica estos arreglos de financiamiento, así como el nuevo fondo, y son estos detalles los que finalmente determinarán la adecuación, accesibilidad, complementariedad y previsibilidad de estos flujos financieros para aquellos que experimentan pérdidas y daños.

5. Las emisiones globales de GEI alcanzarán su punto máximo antes de 2025 en las trayectorias alineadas a 1.5 °C

El IPCC establece que existe una probabilidad de más del 50% de que el aumento de la temperatura global alcance o supere los 1.5 °C entre 2021 y 2040 en los escenarios estudiados, y que específicamente en una ruta de altas emisiones, el mundo puede alcanzar este umbral incluso antes, entre 2018 y 2037. El aumento de la temperatura global en un escenario tan intensivo en emisiones de carbono también podría aumentar a entre 3.3 °C y 5.7 °C para 2100. Para poner este grado proyectado de calentamiento en perspectiva, la última vez que las temperaturas globales superaron los 2.5 °C por encima de los niveles preindustriales fue hace más de 3 millones de años.

Cambiar el rumbo para limitar el calentamiento global a 1.5 °C (de manera exacta o cercana) requerirá de profundas reducciones en las emisiones de GEI en el corto plazo. En las rutas modeladas que limitan el calentamiento global a este objetivo, las emisiones de GEI alcanzan su punto máximo, a más tardar, antes de 2025. Luego caen rápidamente, y disminuyen un 43 % para 2030 y un 60 % para 2035, en relación con los niveles de 2019.

Si bien hay algunos avances (la tasa de crecimiento anual de las emisiones de GEI se redujo de un promedio de 2.1 % anual entre 2000 y 2009 a 1.3 % anual entre 2010 y 2019, por ejemplo), el progreso mundial en la mitigación del cambio climático lamentablemente no es suficiente. Las emisiones de GEI han aumentado constantemente durante la última década, y alcanzaron las 59 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2e) en 2019, aproximadamente un 12 % más que en 2010 y un 54 % más que en 1990.

Incluso si los países lograran sus compromisos climáticos (sus contribuciones determinadas a nivel nacional, NDC por sus siglas en inglés), una investigación de WRI encuentra que esto reduciría las emisiones de GEI en sólo un 7 % para 2030 (respecto a los niveles de 2019), en contraste con el 43 % que se lograría en el escenario en el que se limita el aumento de la temperatura global a 1.5 °C. Y aunque un puñado de países ha presentado NDC nuevas o mejoradas desde la fecha límite del IPCC, un análisis más reciente que tiene en cuenta estas actualizaciones encuentra que estos compromisos en conjunto aún no logran cerrar la brecha de emisiones.

6. El mundo debe alejarse rápidamente de la quema de combustibles fósiles, la causa número uno de la crisis climática

En las vías que limitan el calentamiento a 1.5 °C (de manera exacta o cercana), sólo se pueden emitir 510 GtCO2 netos antes de que las emisiones de dióxido de carbono alcancen el cero neto a principios de la década de 2050. Sin embargo, las emisiones de dióxido de carbono futuras provenientes de la infraestructura existente y planificada de combustibles fósiles podrían superar ese límite en 340 GtCO2, alcanzando los 850 GtCO2.

Una combinación de estrategias puede ayudar a evitar que se siga produciendo el fenómeno de dependencia del proveedor, pero con las emisiones de dióxido de carbono. Entre estas estrategias están la jubilación de la infraestructura de combustibles fósiles existente, la cancelación de nuevos proyectos, la modernización de plantas de energía de combustibles fósiles con tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS) y el aumento de las fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica (que ahora son más baratas que los combustibles fósiles en muchas regiones).

En las rutas que limitan el calentamiento a 1.5 °C (de manera exacta o cercana), por ejemplo, el uso global de carbón se reduce en un 95 % para 2050; el de petróleo se reduce en aproximadamente un 60 %, y el de gas, en aproximadamente un 45 %. Estas cifras asumen un uso significativo de tecnologías de almacenamiento y captura de carbono como CCS y, sin ellas, estas mismas vías muestran disminuciones mucho más pronunciadas a mediados de siglo. El uso global de carbón sin CCS, por ejemplo, prácticamente se eliminaría para 2050.

Aunque las centrales eléctricas de carbón están comienzan a dejar de operar en Europa y Estados Unidos, algunos bancos multilaterales de desarrollo continúan invirtiendo en nuevas centrales. Si no se cambia el rumbo, se corre el riesgo de dejar varados activos valuados en billones de dólares.

7. También necesitamos transformaciones urgentes en todo el sistema para asegurar un futuro resiliente al clima y con cero emisiones netas

Si bien los combustibles fósiles son la fuente número uno de emisiones de GEI, se necesitan reducciones profundas de las emisiones en toda la sociedad para combatir la crisis climática. La generación de energía, los edificios, la industria y el transporte son responsables de cerca del 80 % de las emisiones globales, y el 20 % restante corresponde a la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra.

Tomemos de ejemplo al sistema de transporte. Reducir drásticamente las emisiones de este sector requerirá una planificación urbana que minimice la necesidad de viajar, así como el desarrollo de transporte compartido, público y no motorizado, como el tránsito público y el impulso al ciclismo en las ciudades. Tal transformación también implicará aumentar el suministro de las versiones eléctricas de los vehículos de pasajeros, comerciales y autobuses, junto con la instalación a gran escala de infraestructura de carga rápida, y la inversión en combustibles sin carbono para el transporte marítimo y la aviación, y más.

Las medidas de política que hacen que estos cambios sean menos disruptivos pueden ayudar a acelerar las transiciones necesarias, como el subsidio a tecnologías sin carbono y el impuesto a tecnologías con altas emisiones, como los automóviles que funcionan con combustibles fósiles. El diseño de infraestructura, como la reasignación de espacio en la calle para aceras o carriles para bicicletas, puede ayudar a las personas a hacer la transición a estilos de vida con menos emisiones. Es importante tener en cuenta que también hay muchos beneficios colaterales que acompañan a estas transformaciones. Minimizar la cantidad de vehículos de pasajeros en la carretera, en este ejemplo, reduce la dañina contaminación del aire local y reduce los accidentes y muertes viales.

Las medidas de adaptación transformadoras también son críticas para asegurar un futuro más próspero. El IPCC enfatiza la importancia de garantizar que las medidas de adaptación impulsen el cambio sistémico, abarquen todos los sectores y se distribuyan equitativamente entre las regiones en riesgo. La buena noticia es que a menudo existen fuertes sinergias entre la mitigación transformacional y la adaptación. Por ejemplo, en el sistema alimentario mundial, las prácticas agrícolas climáticamente inteligentes, como el cambio a la agrosilvicultura, pueden mejorar la resiliencia a los impactos climáticos y, al mismo tiempo, promover la mitigación. 

8. La remoción de dióxido de carbono ahora es esencial para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C

La descarbonización profunda en todos los sistemas al tiempo que se desarrolla la resiliencia no será suficiente para lograr los objetivos climáticos globales. El IPCC encuentra que todas las vías que limitan el calentamiento a 1.5 °C (de manera exacta o cercana) dependen de cierta cantidad de remoción de dióxido de carbono. Estos enfoques abarcan tanto las soluciones naturales, como capturar y almacenar carbono en los árboles y el suelo, así como las soluciones tecnológicas que remueven el dióxido de carbono directamente del aire.

La cantidad de remoción de carbono necesaria depende de la rapidez con la que reduzcamos las emisiones de GEI en otros sistemas y de la medida en que se excedan los objetivos climáticos, con estimaciones que oscilan entre 5 GtCO2 y 16 GtCO2 por año necesarias para mediados de siglo.

Todos los enfoques de remoción de dióxido de carbono tienen ventajas e inconvenientes. La reforestación, por ejemplo, representa una estrategia de disponibilidad inmediata y de costo relativamente bajo que, cuando se implementa adecuadamente, puede brindar una amplia gama de beneficios a las comunidades. Sin embargo, el carbono capturado dentro de estos ecosistemas también es vulnerable a perturbaciones como los incendios forestales, que pueden aumentar en frecuencia y gravedad con el aumento adicional de las temperaturas. Y, si bien tecnologías como la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS) pueden ofrecer una solución más permanente, dichos enfoques también corren el riesgo de desplazar las tierras de cultivo y, al hacerlo, amenazar la seguridad alimentaria. Por lo tanto, la investigación, el desarrollo y la implementación responsables de tecnologías emergentes de remoción de carbono, junto con los enfoques naturales existentes, requerirán una comprensión cuidadosa de los beneficios, costos y riesgos únicos de cada solución.

9. El financiamiento climático, tanto para la mitigación como para la adaptación, debe aumentar drásticamente en esta década

El IPCC encuentra que los flujos de financiamiento público y privado para los combustibles fósiles en la actualidad superan con creces los dirigidos a la mitigación y adaptación climática. Por lo tanto, si bien el financiamiento anual público y privado para el clima ha aumentado más del 60 % desde el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, aún se requiere mucho más para alcanzar los objetivos globales de cambio climático. Por ejemplo, la financiación climática deberá aumentar entre tres y seis veces para 2030 sólo para lograr los objetivos de mitigación.

Esta brecha es más amplia en los países en desarrollo, en particular aquellos que batallan con la deuda, las malas calificaciones crediticias y las cargas económicas derivadas de la pandemia de COVID-19. Las inversiones recientes en mitigación, por ejemplo, deben aumentar al menos seis veces para 2030 en el sudeste asiático y los países en desarrollo del Pacífico, cinco veces en África y catorce veces en el Medio Oriente para mantener el calentamiento por debajo de 2 °C. Y de entre todos los sectores, este déficit es más pronunciado para la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra, donde los flujos financieros recientes son de 10 a 31 veces inferiores a lo necesario para lograr los objetivos del Acuerdo de París.

La financiación para la adaptación, así como para pérdidas y daños, también deberá aumentar drásticamente. Los países en desarrollo, por ejemplo, necesitarán 127 mil millones de dólares anuales para 2030 y 295 mil millones de dólares por año para 2050. Si bien AR6 no evalúa las necesidades de financiamiento de los países para evitar, minimizar y abordar las pérdidas y los daños, estimaciones recientes sugieren que serán sustanciales en las próximas décadas. Los fondos actuales para pérdidas y daños están muy por debajo de las necesidades estimadas. Los cálculos más altos de financiación para la adaptación los fijan en un total de menos de 50 mil millones de dólares al año.

10. El cambio climático, así como nuestros esfuerzos colectivos para adaptarnos y mitigarlo, exacerbarán la inequidad si no logramos garantizar una transición justa

Los hogares dentro del rango del 10% de la población con los ingresos más altos, y de los que una proporción relativamente grande se encuentra en los países desarrollados, emiten más del 45% de los GEI del mundo, mientras que las familias dentro del rango del 50% de la población con menores ingresos emite máximo el 15%. Sin embargo, los efectos del cambio climático ya afectan, y seguirán afectando, con mayor dureza a las comunidades más pobres e históricamente marginadas.

En la actualidad, entre 3 mil 300 millones y 3 mil 600 millones de personas viven en países que son muy vulnerables a los impactos climáticos, con puntos críticos globales concentrados en el Ártico, América Central y del Sur, los pequeños estados insulares en desarrollo, el sur de Asia y gran parte del África subsahariana. En muchos países de estas regiones, los conflictos, las desigualdades existentes y los desafíos del desarrollo (p. ej., la pobreza y el acceso limitado a servicios básicos como el agua potable) no sólo aumentan la vulnerabilidad a las amenazas climáticas, sino que también limitan la capacidad de adaptación de las comunidades. Por ejemplo, entre 2010 y 2020, la mortalidad por tormentas, inundaciones y sequías fue 15 veces mayor en países con alta vulnerabilidad al cambio climático en comparación con aquellos con muy baja vulnerabilidad.

Al mismo tiempo, los esfuerzos para mitigar el cambio climático también corren el riesgo de provocar cambios disruptivos y exacerbar la inequidad. El cierre de las centrales eléctricas de carbón, por ejemplo, puede desplazar a los trabajadores, dañar las economías locales y reconfigurar el tejido social de las comunidades, mientras que los esfuerzos implementados de manera inapropiada para detener la deforestación podrían aumentar la pobreza e intensificar la inseguridad alimentaria. Ciertas políticas climáticas, como los impuestos al carbono que elevan el costo de los bienes intensivos en emisiones como la gasolina, también pueden resultar regresivas cuando hay una ausencia de esfuerzos para reciclar los ingresos recaudados de estos impuestos en programas que beneficien a las comunidades de bajos ingresos.

Afortunadamente, el IPCC identifica una variedad de medidas que pueden respaldar una transición justa y ayudar a garantizar que nadie se quede atrás a medida que el mundo avanza hacia un futuro con cero emisiones netas de carbono y resiliencia climática. La reconfiguración de los programas de protección social (por ejemplo, transferencias de efectivo, programas de obras públicas y redes de seguridad social) para incluir a la adaptación, por ejemplo, puede reducir la vulnerabilidad de las comunidades a una amplia gama de impactos climáticos futuros, al tiempo que fortalece la justicia y la equidad. Dichos programas son particularmente efectivos cuando se combinan con esfuerzos para ampliar el acceso a la infraestructura y los servicios básicos.

De manera similar, los formuladores de políticas pueden diseñar estrategias de mitigación para distribuir mejor los costos y beneficios de reducir las emisiones de GEI. Los gobiernos pueden combinar los esfuerzos para eliminar gradualmente la generación de electricidad a base de carbón, por ejemplo, con programas de reciclaje laboral subsidiados que apoyen a los trabajadores en el desarrollo de las habilidades necesarias para asegurar nuevos empleos de alta calidad. O, en otro ejemplo, los funcionarios pueden combinar intervenciones de políticas dedicadas a ampliar el acceso al transporte público con intervenciones para mejorar el acceso a viviendas cercanas asequibles.

Tanto en las medidas de mitigación como de adaptación, los procesos de toma de decisiones inclusivos, transparentes y participativos desempeñarán un papel central para garantizar una transición justa. Más específicamente, estos foros pueden ayudar a cultivar la confianza pública, profundizar el apoyo público para la acción climática transformadora y evitar consecuencias no deseadas.

De cara al futuro

El AR6 del IPCC deja en claro que los riesgos de la inacción sobre el clima son inmensos y el camino a seguir requiere un cambio a una escala nunca antes vista. Sin embargo, este informe también nos recuerda que nunca hemos tenido más información sobre la gravedad de la emergencia climática y de sus impactos en cascada, o sobre lo que se debe hacer para reducir la intensificación de los riesgos.

Todavía es posible limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C, pero sólo si actuamos de inmediato. Como deja en claro el IPCC, el mundo necesita alcanzar su punto máximo de emisiones de GEI a más tardar antes de 2025, reducir casi a la mitad las emisiones de GEI para 2030 y alcanzar las cero emisiones netas de CO2 a mediados de siglo, al tiempo que garantiza una transición justa y equitativa.

También necesitaremos un enfoque práctico para garantizar que las comunidades que experimentan impactos cada vez más dañinos de la crisis climática tengan los recursos que necesitan para adaptarse a este nuevo mundo. Los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas deben dar un paso al frente para que vayamos encaminados al futuro que deseamos. Todavía está abierta una pequeña ventana de oportunidad, pero no hay un segundo que perder.

Nota: Además de mostrar los hallazgos del Informe de síntesis AR6 del IPCC, este artículo también se basa en artículos anteriores que detallan los hallazgos del IPCC sobre la ciencia física del cambio climático, los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad, y la mitigación del cambio climático.