Los finalistas del Premio para Ciudades del Centro Ross muestran cómo una acción climática bien diseñada puede ayudar a las urbes a convertirse en lugares más equitativos y prósperos

La vida en las ciudades puede ser muy injusta. Si bien esta aseveración ya era verdad antes de que la pandemia de COVID-19 expusiera cuán distinta es la capacidad de ricos y pobres de sobrellevar el confinamiento (desde su posibilidad de trabajar desde casa hasta su acceso a espacios verdes), lo cierto es que entre los impactos devastadores de la actual crisis en los grupos vulnerables hay un incremento en la brecha existente entre códigos postales, grupos raciales y niveles de ingreso.

Además de la pandemia, las ciudades se enfrentan a tendencias de ya muchos años que son la causa subyacente de la vulnerabilidad de cientos de millones de personas. Pese a que la pobreza ha disminuido a nivel mundial, la proporción de personas pobres que viven en áreas urbanas está en aumento en todo el planeta. Al mismo tiempo, es más probable que las ciudades experimenten inundaciones y calor extremo que en años anteriores, y los residentes más pobres son los más afectados por estos eventos. Por todo lo anterior, es evidente que las ciudades necesitan cada vez más de soluciones que aborden conjuntamente al cambio climático y la desigualdad.

La buena noticia es que las ciudades son dínamos creativos que evolucionan e innovan de manera constante. A continuación, enlistamos 5 grandes ideas sobre cómo combatir de manera simultánea la inequidad urbana y la crisis climática. Estos proyectos, además, son los finalistas del Premio para Ciudades del Centro Ross de WRI, y fueron seleccionados de entre más de 260 propuestas.

1. Espacios públicos gestionados por la comunidad (Nairobi, Kenia)

Kibera, el barrio pobre más grande de Nairobi, se alza precariamente junto al Río Ngong. Pocos servicios de la ciudad llegan al barrio. Hogar de más de 300 mil personas, este asentamiento informal tiene un drenaje y saneamiento deficientes, viviendas precarias y un espacio público limitado. Los residentes de Kibera se encuentran entre los más afectados en Nairobi por los estragos ocasionados por el cambio climático, pues padecen inundaciones, desbordamientos de aguas residuales y deslizamientos de tierra. De hecho, hasta un 40% de los hogares del vecindario sufren inundaciones con regularidad.

En 2006, la organización sin fines de lucro Iniciativa de Diseño Kounkuey debutó en Kibera con el fin de mejorar el drenaje y el saneamiento, con un enfoque basado en actualizaciones participativas y paso a paso de la infraestructura existente. En alianza con organizaciones comunitarias, la iniciativa creó una red de espacios públicos en la que la infraestructura gris y la natural, incluidas las áreas de riberas restauradas, ayudan a proteger a la comunidad de las inundaciones y reducen la contaminación en la cuenca hidrográfica de Nairobi.

Estos 11 espacios públicos, creados y administrados en conjunto por residentes locales, son mucho más que una herramienta de control de inundaciones. También son lugares para jugar, aprender y ganarse la vida. Los proyectos, además, dotan de un sentido de pertenencia y orgullo a la comunidad, y funcionan, lo que demuestra que es posible brindar a todos los residentes de la ciudad espacios públicos seguros, accesibles y resistentes al clima.

2. La zona de aire limpio más grande del mundo (Londres, Reino Unido)

En la capital del Reino Unido, la contaminación del aire, en gran parte proveniente del tráfico de automóviles, es un problema tanto en términos climáticos como de justicia social. Los londinenses con menores ingresos e históricamente marginados tienen más probabilidades de respirar aire contaminado, pese a que es menos probable que posean automóviles. Si bien más del 95% de los residentes están expuestos a emisiones tóxicas ilegales, los niños, los inmigrantes y las personas de color están expuestos a una contaminación del aire 16% peor en promedio.

Los esfuerzos para combatir la contaminación del aire se remontan a 2003, cuando Londres introdujo una tarifa por congestión, que se refiere a una tasa que se aplica a todos los vehículos que circulan dentro del centro de la ciudad. En 2019, la Alcaldía llevó esta política más allá al implementar la primera Zona de emisiones ultrabajas del mundo. Ahora, en 21 kilómetros cuadrados del centro de Londres, todos los conductores deben cumplir con estrictos estándares de emisiones para vehículos o pagar una tarifa. Los ingresos de la tarifa se reinvierten en el sistema de transporte público de la ciudad.

La política dio pie a una reducción de 44 mil vehículos menos al día en la ciudad y a una reducción del 44% de dióxido de nitrógeno (un gas que es dañino para la salud humana) en los primeros 10 meses. Que haya menos automóviles también se traduce en menos emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.

La Zona de emisiones ultrabajas no opera sola en su lucha por reducir drásticamente los contaminantes del aire en toda la ciudad, sino que es parte de un paquete de medidas que van desde inversiones en autobuses eléctricos hasta zonas escolares bajas en emisiones. Su enfoque específico prioriza a las comunidades marginadas con la peor calidad del aire. La Zona de emisiones ultrabajas crecerá 18 veces para fines de 2021, con lo que abarcará también las áreas periféricas de Londres.

3. Agricultura urbana para la resiliencia climática (Rosario, Argentina)

La ciudad de Rosario ya lidia con un aumento de las temperaturas y de las precipitaciones debido al cambio climático, al tiempo que batalla con la herencia perdurable de desigualdad urbana de la crisis económica argentina de 2001, la cual dejó sin empleo a más de una cuarta parte de los residentes de la ciudad.Cuando Rosario comenzó su planificación climática estratégica en 2014, los funcionarios intentaron reorientar las fortalezas de las iniciativas existentes hacia construir una mayor resiliencia climática, y decidieron empezar con el programa insignia de agricultura urbana de la ciudad.

El programa de agricultura urbana de Rosario otorga a los residentes de bajos ingresos la propiedad de tierras públicas no utilizadas para que cultiven ahí alimentos. Más de 75 hectáreas de tierra se han convertido en huertos de frutas y verduras, cuyos productos se venden en siete mercados locales de agricultores. Esta reconversión de tierras supone una nueva fuente de ingresos para los residentes más pobres. También ayuda a la ciudad a aumentar su resistencia a las inundaciones y a combatir el efecto de isla de calor urbano. El suelo de los jardines absorbe agua durante las lluvias torrenciales, lo cual alivia la presión sobre los sistemas de drenaje debilitados y ayuda a enfriar el aire naturalmente.

Dado que el programa se ha convertido en una piedra angular de la respuesta climática de Rosario, sus beneficios de mitigación del cambio climático previamente infravalorados ahora son más evidentes, ya que el hecho de que se produzcan más alimentos de manera local ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con el transporte que se emplea en la cadena de suministro de alimentos.

4. Una iniciativa universitaria de diseño urbano compacto y conectado (Monterrey, México)

Durante las últimas tres décadas, Monterrey se convirtió en una ciudad en expansión y de baja densidad, un crecimiento que vino acompañado con altos costos ambientales y sociales. A medida que Monterrey se ha ido transformando, muchos residentes y negocios optaron por abandonar el centro de la ciudad para moverse a vecindarios a las afueras que dependen del automóvil para poder moverse. La violencia desatada por la guerra contra el narcotráfico en el país hizo que aún más residentes se mudaran a las afueras de la ciudad, lo que intensificó este fenómeno que provoca que muchos residentes tengan que viajar distancias muy largas para acceder a servicios esenciales.

En 2010, la violencia llegó a un punto crítico y tocó directamente a la comunidad del Tecnológico de Monterrey con la muerte de dos estudiantes. Ante la disyuntiva de elegir entre mover sus instalaciones fuera del centro de la ciudad para garantizar la seguridad de sus estudiantes o trabajar con la comunidad para idear una solución, la universidad optó por la segunda alternativa. El Tecnológico de Monterrey creó un equipo para liderar la iniciativa pionera DistritoTec, la cual busca crear barrios urbanos más densos y atraer a los residentes a un Monterrey más seguro.

DistritoTec crea vecindarios compactos de uso mixto que minimizan la necesidad de viajar en automóvil y brindan una variedad de servicios urbanos tales como parques, centros comunitarios y eventos programados. El enfoque fomenta la movilidad sostenible a través de su programa de calles, el cual consta de carriles para bicicletas y pasos peatonales y transforma espacios abandonados e infrautilizados en parques y plazas públicas.

Este modelo universitario también ha transformado la política pública de Monterrey encaminada en lograr un futuro urbano más equitativo y sostenible, y que está compuesta por: una nueva regulación que permite a los barrios del centro aumentar su densidad, un nuevo modelo colaborativo para la gobernanza distrital que mejora el acceso de todos los residentes servicios urbanos, y un modelo para facilitar la movilidad sin coche.

5. Mujeres al frente de la resiliencia climática comunitaria (Ahmedabad, India)

En Ahmedabad, la urbanización se intercepta con olas de calor extremo ocasionadas por el cambio climático, la escasez de agua, las inundaciones y la salud pública. Como en Nairobi y muchas otras ciudades con grandes asentamientos informales, los residentes de los barrios marginales son los más afectados, ya que sus hogares están menos protegidos contra las inundaciones y el calor extremo. Las mujeres, cuyo sustento depende a menudo del trabajo doméstico, son también más vulnerables a los peligros ambientales en el hogar.

Tras una ola de calor mortal en 2010 que se cobró la vida de más de mil 300 personas, la Mahila SEWA Housing Trust se dio a la tarea de capacitar a mujeres lideresas locales (Vikasinis) para realizar evaluaciones de vulnerabilidad climática en los barrios marginales de Ahmedabad. El grupo también ensayó soluciones prácticas de resiliencia climática para hogares y vecindarios a través de colaboraciones con instituciones técnicas, pioneros y proveedores de tecnología.

Al reunir a este conjunto de actores diverso, el fideicomiso de vivienda y las Vikasinis cerraron la brecha existente entre las soluciones ofrecidas y las necesidades específicas de los barrios marginados. Esta alianza resultó en soluciones técnicamente correctas y económicamente alcanzables, como pintura blanca para reflejar la luz solar en los tejados y así mantener las casas más frescas; sistemas de captación en los tejados para recoger agua durante las lluvias, y medidores de agua para ayudar a la comunidad a evitar el desperdicio de este recurso, y así mitigar los riesgos climáticos desde el suelo hacia arriba.

Las comunidades locales y las mujeres líderes ahora tienen un mayor acceso a la toma de decisiones y la implementación de iniciativas a nivel municipal, y han ayudado a hacer de la resiliencia climática una prioridad de la ciudad. Más allá de Ahmedabad, Mahila Housing Trust ha inspirado modelos similares, que ahora benefician a más de 125 mil personas en 107 barrios marginados en otras seis ciudades del sur de Asia.

Ciudades inclusivas para un clima cambiante

El cambio climático es un factor importante que contribuye a la desigualdad urbana en muchas ciudades. Sin embargo, como muestran estas cinco grandes ideas, una acción climática bien diseñada e inclusiva puede ayudar a las urbes a convertirse en lugares más equitativos y prósperos para todos los residentes.