En el marco del 50 aniversario del Día de la Tierra, Andrew Steer, presidente del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), escribe sobre cómo la crisis mundial de salud que enfrentamos puede abrir la puerta a una reinvención del contrato social que permita construir sociedades más justas y prósperas, y prepararnos para enfrentar futuros riesgos

Hace 50 años, 20 millones de estadounidenses (10% de la población del país en ese momento) salieron a las calles para protestar contra la destrucción de la naturaleza y la contaminación y para exigir un futuro mejor durante el primer Día de la Tierra. Sus acciones forzaron un cambio en las normas y la política de la época y desencadenaron el surgimiento del movimiento ambientalista moderno. A los pocos meses se creó la Agencia de Protección Ambiental estadounidense, y la Ley de Aire Limpio fue promulgada con respaldo bipartidista.

Medio siglo después, celebramos este aniversario de una manera distinta a la que habíamos contemplado. Se su suponía que 2020 sería un año crítico para lograr avances en la lucha contra el cambio climático y por la preservación de la biodiversidad y los océanos, y en el marco de importantes cumbres internacionales. Imaginábamos este Día de la Tierra como una oportunidad para que los habitantes del planeta celebraran la naturaleza y a su vez exigieran un cambio. Habíamos previsto que habría marchas, discursos entusiastas, talleres, música y ropas coloridas.

En cambio, la realidad de este día es muy distinta: el mundo atraviesa su peor crisis de salud y económica en un siglo y la mayoría de las personas estamos confinadas en casa. Vivimos una tragedia humana, especialmente aquellos que están enfermos o que han perdido a un ser querido y para los millones que han perdido su empleo o experimentan dificultades económicas.

Entonces, ¿cómo podemos celebrar el 50 aniversario del Día de la Tierra?, ¿cuáles son los objetivos por los que deberíamos luchar?

Desde el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), proponemos el siguiente listado de objetivos primordiales, y que son representativos de nuestro trabajo.

1. Procurar un enfoque humano

Las crisis no afectan a todos por igual, tal y como lo demuestra la pandemia actual. Los impactos económicos y en la salud son más agudos entre los más pobres y vulnerables. Lo mismo sucede con las crisis ambientales. El cambio climático podría conducir a la pobreza a 100 millones de personas, sin mencionar que 3 mil millones de personas actualmente no tienen suficiente acceso al agua. Debemos exigir un ambientalismo que ponga a las personas al centro, en especial a los más vulnerables. Este mismo principio aplica para hacer frente a los desafíos que enfrentamos ahora. Necesitamos un cambio total y a gran escala. La comunidad ambientalista debe enfocarse más en cómo garantizar una transición más inclusiva y justa, y en cómo mitigar los impactos negativos en los trabajadores que están en mayor riesgo.

No se trata simplemente de lograr un cambio, debe ser justo.

Día de la Tierra

Un niño mira hacia el globo terráqueo en Corea del Sur. Flickr/ travel oriented/Flickr

2. Build Back Better: reconstruir sociedades más fuertes y resilientes

Es indispensable que los líderes mundiales no recurran a fórmulas viejas para reactivar la economía. En los próximos 18 meses, se producirán los programas de gasto público más grandes en la historia de la humanidad, por un valor de entre 10 billones y 20 billones de dólares. Sería una tragedia que este dinero se empleara en construir el mismo mundo desigual, riesgoso y con altas emisiones contaminantes. Una encuesta realizada esta semana en el Reino Unido reveló que 91 por ciento de la población no quiere volver a la “normalidad”, sino que quiere construir algo mejor.

Los gobiernos deberían enfocarse en ser justos y en construir la economía del futuro, no del pasado, al momento de desembolsar estos billones. Corea del Sur fue uno de los primeros países en recuperarse tras la crisis económica de 2009-2010, e invirtió la mayor parte de sus estímulos (alrededor de un 69 por ciento) en medidas amigables con el ambiente y bajas en emisiones de carbono. En Estados Unidos, la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009 derivó en la inversión en energías limpias más grande en la historia del país y en la creación de 900,000 trabajos al año en ese sector entre 2009 y 2015.

No se trata sólo de relanzar la economía, sino de reajustarla

3. Enterrar el pensamiento económico del siglo pasado

Los políticos tradicionales dirán que atender la crisis climática es demasiado costoso, pero ese pensamiento corresponde al siglo pasado. Los economistas modernos han demostrado que políticas e inversiones inteligentes pueden hacer a la economía más eficiente, promover el desarrollo de nuevas tecnologías, reducir riesgos, crear más y mejores empleos y desbloquear el crecimiento económico. A su vez, la Nueva Economía del Clima ha demostrado que implementar ahora medidas inteligentes relativas al clima podría generar, para 2030, réditos por un valor de 26 billones de dólares, 65 millones de empleos y evitar 700 mil muertes prematuras. De hecho, la industria de las energías renovables suele multiplicar el número de trabajos generados por la de los combustibles fósiles. Adicionalmente, las inversiones en restauración del paisaje y eficiencia energética tienen tasas de rentabilidad fantásticas, y diseñar ciudades para la gente en lugar de para los automóviles podría generar ahorros por 3 billones de dólares.

Hay que tener cuidado con los modelos económicos del pasado y abrazar la visión moderna e inteligente

4. Repensar el futuro

La crisis actual nos recuerda que somos más vulnerables de lo que pensábamos, que enfrentamos riesgos mayores de lo que entendíamos y que no estamos listos para lidiar con ellos. La planeación tradicional parte del supuesto que el futuro puede proyectarse en líneas rectas y curvas poco pronunciadas y que puede ser entendido como una continuación de tendencias pasadas. Esa es una locura en el mundo actual.

Necesitamos entender que estamos en territorio desconocido, y aprender de los países insulares pequeños que ya saben cómo planear para un futuro impredecible y peligroso. Tenemos que fijarnos en los mejores datos científicos disponibles y entender que reducir los riesgos y adaptarnos a ellos es mucho más importante ahora que en el pasado. La ciencia nos dice que, con base en circuitos de retroalimentación que no podemos entender del todo, los riesgos que enfrentamos son verdaderamente existenciales, y que una respuesta a medias es inexcusable.

Hay que dejar de planear con un enfoque en maximizar el crecimiento proyecto y comenzar a planear para reducir riesgos y maximizar la resiliencia. Día de la Tierra

Niñas en Sindh, Paquistán. Flickr- Russell Watkins/DFID

5. Abrazar la cooperación internacional

Los problemas globales requieren soluciones globales. Lamentablemente, de momento no vivimos en un mundo cooperativo. Por un breve período en 2015 vivimos un momento de verdadera acción global colectiva cuando las naciones del mundo acordaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático. Sin embargo, este espíritu colaborativo se evaporó rápidamente cuando el nacionalismo y su lema “yo voy primero” resurgieron. Es particularmente desgarradora la forma en la que esta falta de cooperación afecta a todos.

Es totalmente errada la creencia de que la cooperación internacional es un juego de suma cero. Los países que buscan avanzar en el bienestar global prosperarán, y algunos gobiernos están tomando la iniciativa y haciendo lo correcto. Lo mismo sucede con algunas empresas y ONG líderes. Necesitamos apoyar a las numerosas coaliciones multisectoriales que luchan por un cambio. En ausencia de procesos intergubernamentales universales exitosos, debemos probar con enfoques plurilaterales. Los retrasos en el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) nos dan la oportunidad de hacer las cosas bien. Dos tercios de los estadounidenses creen que el gobierno no está haciendo lo suficiente para hacer frente al cambio climático. Debemos exigir más.

No hay que aceptar un mundo regido por el “Dilema del Prisionero”, hay que trabajar por el bien común global. Un nuevo compromiso.

La historia nos enseña que las crisis pueden acercar a la gente o distanciarla. Hemos sido testigos de actos desinteresados sobresalientes durante la pandemia actual, lo cual nos llena de esperanza. Incluso es posible que este período trágico pueda abrir la puerta a un cambio importante. Es posible que podamos hacer algo bueno con esta crisis reinventando el contrato social entre ciudadanos, gobiernos y corporaciones, y dirigiéndolo hacia uno basado en un nuevo compromiso para apoyar a los vulnerables, proteger nuestros sistemas naturales, reducir los riesgos y enfrentar juntos nuestras amenazas comunes. En el Día de la Tierra, comprometámonos nuevamente a lograr ese cambio.

Los tiempos de crisis no sólo son momentos de ansiedad y preocupación. Nos abren a la oportunidad de tomar la decisión correcta o la errada – Desmond Tutu