En lo alto de la Cordillera de los Andes, los glaciares se han contraído y adelgazado bajo los efectos del cambio climático. Casi cuatro millones de personas dependen de esos glaciares para obtener agua, pero, desde el año 2000, estos ya perdieron casi un metro de espesor.

Impactos similares tienen lugar en otras partes de América Latina y el resto del mundo, y hay señales que estos cambios ocurren con más intensidad y de manera acelerada. El año 2020 igualó o superó varios hitos climáticos para la región: 2020 fue uno de los tres años más calurosos para Centroamérica y el segundo más caluroso para Sudamérica. Lo anterior fue acompañado por niveles crecientes de sequía e incendios forestales. De forma más aguda, Colombia, Guatemala, Honduras y Nicaragua fueron directamente afectados por dos huracanes consecutivos de categoría 4, Eta e Iota. El aumento de la intensidad de ambas tormentas está relacionado con el cambio climático.

Todo esto subraya la necesidad de cumplir con los objetivos de la conferencia climática de 2021 (la COP26), y en particular con el Pacto de Glasgow, cuyo objetivo es limitar el aumento de la temperatura global a 1.5°C en comparación con los niveles preindustriales.

Desafortunadamente, el Pacto de Glasgow deja mucho que desear y hay pocas garantías, si no es que ninguna, de que se cumplirá ese objetivo. Al término de la conferencia, 151 países presentaron nuevos compromisos climáticos (también conocidos como Contribuciones Determinadas a nivel Nacional o NDC, por sus siglas en inglés) para reducir sus emisiones al año 2030. Pero incluso si se cumplen las NDC actuales, la temperatura mundial aumentará un promedio de 2.5°C.

En última instancia, el cambio debe provenir de los propios países, implementado en forma de políticas y respaldado por plataformas y actores en toda la economía. Desafortunadamente, los resultados de algunos de los compromisos asumidos fueron tan variados como los resultados de la propia COP26. Tomemos como ejemplo a México y Brasil, los dos mayores emisores de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la región -y por un amplio margen-, y que optaron por simplemente reciclar su NDC anterior, con apenas algunos compromisos adicionales. Colombia, por otro lado, asumió compromisos más ambiciosos para reducir sus emisiones, así como para proteger sus áreas boscosas y marinas. Los tres países firmaron el Compromiso Global de Metano, y acordaron reducir las emisiones globales de metano en un 30%, en comparación con los niveles de 2020, para 2030.

En el siguiente texto, analizamos el impacto de los acuerdos climáticos realizados en la COP26 en sectores clave en estos tres países. Además de hacer un seguimiento del progreso sobre el clima, exploramos cómo pueden aprovechar estos compromisos a medida que la comunidad internacional se prepara para la COP27.

México: un país con oportunidades y desafíos

Protesta climárrica en Guadalajara, México. Crédito de foto: Flickr, 350.org/Juliet Evans

Los compromisos de México son una combinación de resultados. Aunque muchos países se comprometieron a reducir aún más las emisiones, otros simplemente reafirmaron compromisos anteriores, o incluso se retractaron de ellos. Desafortunadamente, México se encuentra en el último grupo (es el único país del G20 sin una meta pública para llegar a las emisiones netas iguales a cero), sin compromisos para reducir aún más sus emisiones y con un plan de acción climático actualizado que utiliza el mismo porcentaje de reducciones que en 2015. Esto significa que los compromisos de México no están alineados con limitar el calentamiento global a 1.5°C. Sin embargo, afortunadamente, este plan fue invalidado por un juez que consideró que violaba los compromisos del Acuerdo de París.

Sin embargo, hubo algunos avances positivos de la COP26 para el país. México se sumó a la Declaración de Líderes sobre Bosques y Uso de la Tierra, como parte del esfuerzo para detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030; Actualmente, México figura entre los 10 países con mayor pérdida de bosques, con casi 300 mil hectáreas de bosque primario desaparecidas sólo en 2020. El país también elaboró la Estrategia de Instrumentación para una Economía Oceánica Sostenible 2021-2024, a la que se han sumado 16 países. Además, México también firmó una declaración que impulsa la transición a automóviles y camionetas 100% cero emisiones para 2040, así como el Compromiso Global de Metano. Este último compromiso es especialmente significativo, ya que las emisiones de metano comprenden aproximadamente el 24% de las emisiones totales de GEI de México, y estudios recientes demuestran que las plataformas de petróleo y gas en aguas mexicanas podrían emitir 10 veces más metano de lo que indica el inventario nacional de GEI de México.

Rumbo a la COP27, México debe revisar y fortalecer sus compromisos para alinearlos con una estrategia a largo plazo más ambiciosa para reducir las emisiones y combatir el cambio climático. Existe una oportunidad para que los mexicanos de todo el espectro socioeconómico se beneficien de una planificación y acción climáticas ambiciosas antes de que el mundo se vuelva a reunir en la COP27.

Colombia avanza en sus ambiciosos compromisos

Un camino de huellas de neumáticos a través del desierto en Colombia. Crédito de foto: Aleix Cabarrocas García en Flickr

Colombia destaca por haber presentado una meta de reducción de emisiones en la COP26 más ambiciosa que su meta anterior, al comprometerse a una reducción del 51% para 2030 en comparación con un escenario de no intervención. De manera alentadora, este nivel de reducción hará que lograr la descarbonización del país para 2050 sea factible y cumplirá con la meta establecida por la Estrategia de Largo Plazo de Colombia (Estrategia 2050). Además, Colombia también se comprometió a reducir sus emisiones de carbono negro, el subproducto de hollín negro de la quema de combustibles fósiles, en un 40% para 2030, en comparación con sus niveles de 2014. Esta reducción en las emisiones de carbono negro conduciría a una mejor calidad del aire y salud dentro de las ciudades.

El sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU, por sus siglas en inglés), es responsable del 58% de las emisiones de GEI de Colombia. Por lo tanto, abordar la deforestación es fundamental si Colombia quiere cumplir con sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 y 2050. Antes de la COP26, Colombia se unió al Pacto de Leticia, un acuerdo entre países amazónicos para coordinar iniciativas de reforestación y monitorear la deforestación. En la COP26, Colombia amplió su compromiso con la protección de los bosques, al firmar varios acuerdos relativos a la deforestación, el uso de la tierra y la protección de los océanos. Además de la Declaración de líderes sobre bosques y uso de la tierra, Colombia también se comprometió con la Iniciativa bosques, cacao y paz.

Adicionalmente, el presidente Duque anunció una ampliación de sus áreas marinas protegidas, como parte de la iniciativa “30 por 30”, que busca proteger el 30% de las áreas marinas y terrestres para 2030. Este anuncio adelanta ocho años a Colombia al cumplir la meta en 2022. Colombia también firmó la Declaración “Porque el Océano”, profundizando su compromiso con la conservación marina.

Colombia fue elegida por 33 países para representar a América Latina y el Caribe ante el Comité Ejecutivo del Mecanismo Internacional de Varsovia para Pérdidas y Daños, el principal vehículo dentro de la COP26 a través del cual los socios contrarrestan los impactos del cambio climático. La delegación colombiana en la COP26 también firmó una declaración sobre precios justos de mercado de carbono que busca una distribución equitativa de los beneficios de estos para las comunidades y los actores que participan en el desarrollo de los proyectos y garantizar que estos mercados protejan la integridad ambiental y sean efectivos. herramientas que promuevan una mayor ambición climática.

Adicionalmente, el Presidente Duque anunció una ampliación de sus áreas marinas protegidas, como parte de la iniciativa “30 por 30”, que busca proteger el 30% de las áreas marinas y terrestres para 2030. Este anuncio adelanta ocho años a Colombia al cumplir la meta en 2022. Colombia también firmó la Declaración “Porque el Océano”, la cual profundiza su compromiso con la conservación marina.

Colombia fue elegida por 33 países para representar a América Latina y el Caribe ante el Comité Ejecutivo del Mecanismo Internacional de Varsovia para Pérdidas y Daños, la herramienta principal dentro de la COP26 a través del cual los socios contrarrestan los impactos del cambio climático. La delegación colombiana en la COP26 también firmó una declaración sobre precios justos de mercado de carbono que busca una distribución equitativa de los beneficios de estos para las comunidades y los actores que participan en el desarrollo de los proyectos y así garantizar que estos mercados protejan la integridad ambiental y sean herramientas efectivas que promuevan una mayor ambición climática.

Brasil: actitudes nuevas, pero insuficientes todavía

Deforestación en Brasil. Crédito de foto: CIFOR, Flickr

El gobierno brasileño buscó destacar un cambio de actitud frente al cambio climático, y en la COP26 hizo un nuevo compromiso para reducir las emisiones de GEI en un 50 % para 2030. Aunque esta meta supera el compromiso de Brasil en su plan de acción, coincide con el acuerdo anterior realizado en 2015 durante la Conferencia Climática de París. Así, Brasil salió de la COP26 comprometiéndose sólo a igualar su compromiso climático anterior, considerado insuficiente para cumplir con el objetivo de limitar el calentamiento a 1.5°C.

Una de las áreas de bosque cuya preservación es crítica es la selva amazónica, que se encuentra en gran parte dentro de las fronteras de Brasil. Datos recientes del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil muestran que la tasa de deforestación está en su nivel más alto de los últimos 15 años. En 2019, las tasas de deforestación se dispararon, con reveses en las disminuciones de la deforestación en la Ecorregión del Cerrado. De continuar las tendencias actuales, la selva amazónica enfrenta varias crisis, como convertirse en un emisor neto de CO2 y una pérdida masiva de biodiversidad. Estudios recientes apuntan a la a un posible "punto de inflexión" de la deforestación en curso, en el cual la Amazonía ya no podría sostener su propio ecosistema y transitará a un ecosistema similar a la sabana.

Cabe reconocer que Brasil, junto con otros 141 países, firmó la Declaración de Líderes de Glasgow sobre Bosques y Uso de la Tierra. Estas naciones albergan al 90% de los bosques del mundo y están comprometidas a detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030. La iniciativa está respaldada por 19.2 mil millones de dólares en fondos públicos y privados.

En cuanto a los compromisos específicos de Brasil con los bosques y el uso de la tierra, el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil realizó varios:

  • Eliminar la deforestación ilegal para 2028 al disminuirla en un 15% anual hasta 2024, 40% en 2025 y 2026, y 50% en 2027
  • Restaurar y reforestar 18 millones de hectáreas para 2030
  • Recuperar 30 millones de hectáreas de pastizales degradados

Sin embargo, como parte del compromiso con la Declaración, la delegación brasileña argumentó que el acuerdo sólo deberá aplicarse a la deforestación ilegal, aunque la Declaración no hace distinción. Según MapBiomas, el 99% de la deforestación actual es ilegal. Con optimismo, si Brasil toma medidas enérgicas contra la deforestación ilegal, cumplirá sus acuerdos en virtud de la declaración y recorrerá un largo camino hacia la protección de la Amazonía. Sin embargo, es importante señalar que el acuerdo no es vinculante.

Desafortunadamente, no hay señales que Brasil haya comenzado a abordar este problema, y las propuestas de gasto ambiental anteriores fueron vetadas.

Compromisos más fuertes y rendición de cuentas son esenciales en América Latina y el mundo de cara a la COP27

Con la COP27 en Egipto en noviembre acercándose, la desafortunada realidad es que el mundo aún no está en camino de abordar por completo la crisis climática. Muchas naciones latinoamericanas lograron avances en la COP26 sobre la base del trabajo realizado en 2015 en París.

Durante los próximos 10 meses, los países de América Latina deben revisar y fortalecer los compromisos asumidos en la COP26. Más allá de estas acciones, es esencial que los países más ricos y los principales emisores aumenten sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 si se quiere lograr el objetivo de limitar el calentamiento a 1.5°C. Además, los países deben rendir cuentas por sus compromisos, y se debe mantener un enfoque en una transición justa y equitativa hacia cero emisiones netas. De lo contrario, la COP27 puede percibirse como un ejercicio inútil, ya que el mundo continúa calentándose y la crisis climática continúa.