Las energías renovables hacen sostenibles muchas de las soluciones para superar la crisis del COVID-19, como la generación de empleos y de réditos significativos a las inversiones.

Las restricciones impuestas en todo el mundo para detener la propagación del COVID-19 -entre ellas las prohibiciones de viaje, el cierre de empresas y la cuarentena- han contribuido a que estemos camino a la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

En momentos que los gobiernos de todo el mundo apuran la aprobación de paquetes de estímulo para crear empleos y reactivar sus economías, quedan claras dos cosas: primero, que debemos invertir en planes que garanticen la salud y el bienestar de la población, y segundo, que es esencial reducir la vulnerabilidad de nuestras economías e infraestructuras. En este sentido, impulsar a las industrias contaminantes tradicionales no es una solución. Las energías renovables, en cambio, ofrecen numerosos beneficios.

Las energías renovables son la fuente de generación de energía más barata para más de dos tercios del mundo debido a que su producción no implica un gasto en combustible, y combinadas con medias de eficiencia energética pueden traducirse en ahorros sustanciales en las cuentas eléctricas de hogares y negocios. Además, reducen la contaminación del aire, lo que hace que las personas sean menos vulnerables a enfermedades. Alrededor de 4.2 millones de muertes al año están ligadas a la contaminación del aire, y el riesgo a morir por COVID-19 es mucho más alto para las personas que viven en zonas con altos niveles de contaminación del aire provocada por la quema de combustibles fósiles, de acuerdo a un estudio de la Universidad de Harvard.

Antes del brote del nuevo coronavirus, el mundo ya estaba encaminado a cambiar los combustibles fósiles contaminantes por fuentes de energía renovables. El año pasado, Bloomberg New Energy Finance (BNEF) estimó que, de aquí a 2050, el 77% de las inversiones en generación de energía será en energías renovables. Resulta crucial que gobiernos e inversores no vean a la crisis del COVID-19 como una razón para frenar el salto hacia las energías renovables, sino como un motivo para acelerar ese cambio.

Destacamos tres razones por las que los paquetes de estímulo económico de las naciones deben incluir inversiones en energías renovables:

1. La energía limpia produce réditos entre 3 y 8 veces superiores a la inversión inicial

En su informe 2020 sobre las Perspectivas Mundiales de las Energías Renovables (Global Renewables Outlook), la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), hace un análisis de varios escenarios de transición hacia las energías renovables, y proyecta el impacto socioeconómico de cada uno. Uno de estos escenarios es el de “transformación de energía”, el cual parte de una transformación ambiciosa y a la vez realista que limitaría el aumento de la temperatura del planeta a menos de 2°C (con respecto a la temperatura de la era preindustrial), y que costaría 19 billones de dólares más que el enfoque habitual de combustibles fósiles contaminantes, pero que generaría ganancias por un valor de entre 50 billones y 142 billones de dólares para 2050, con lo que el PIB mundial aumentaría en un 2.4%.

Otro de los escenarios planteados por IRENA, el de la "Perspectiva de Descarbonización más Profunda", va un paso más allá y parte de un supuesto en que se alcanzarán las cero emisiones contaminantes a nivel mundial entre 2050 y 2060, lo cual tendría un costo de entre 35 billones y 45 billones de dólares, pero generaría entre 62 billones y 169 billones de dólares en ahorros acumulativos si se toma en cuenta los costos sociales y enfermedades que se evitarían de reducir la contaminación del aire.

En este sentido, invertir en energías renovables es invertir a su vez en la mitigación de riesgos -financieros y de otro tipo- a causa del cambio climático. Por ejemplo, según datos de la plataforma Aqueduct de WRI, para 2030, 2.5 millones de personas resultarán afectadas y 42,000millones de dólares en propiedades urbanas se verán comprometidos anualmente a causa de las inundaciones costeras provocadas por el cambio climático. De manera similar, 30 millones de personas y 79,000 millones de dólares en propiedades urbanas se verán afectados anualmente por inundaciones fluviales.

2. La industria de los combustibles fósiles va en picada y tiene pocas probabilidades de recuperación

La industria de los combustibles fósiles es una de las más afectadas por la crisis del coronavirus: las principales empresas petroleras, gasísticas y petroquímicas han perdido en promedio 45% de su valor total de mercado y, por primera vez en la historia, en varios países el precio del crudo cayó a números negativo.

Pese a que las medidas para contener la propagación del coronavirus exacerbaron los desafíos que enfrenta la industria de los combustibles fósiles, la realidad es que este colapso estructural se veía venir desde hace mucho tiempo. En la última década, la industria de los combustibles fósiles ha gastado más dinero en la recompra de acciones y dividendos de lo que ha reportado en ingresos, lo que hace que esta energía sea la de peor rendimiento desde 2009 de los 11 sectores del S&P500.

Además, debido a los crecientes riesgos financieros que representan las inversiones contaminantes, más de 100 instituciones financieras mundiales cuentan actualmente con políticas para desinvertir o restringir las inversiones en carbono térmico, de acuerdo con datos de 2019 de la IEEFA. Según el Centro de Derecho Ambiental Internacional, esto significa que, a mediano plazo, la perspectiva de una recuperación total del sector de los combustibles fósiles es, en el mejor de los casos, incierta y, en muchos casos, poco probable.

3. Invertir en energías renovables y eficiencia energética podría generar hasta 100 millones de empleos para 2050

Según el mismo informe de IRENA, el número de empleos a nivel global en el sector de las energías renovables podría, a lo menos, triplicarse y llegar a los 42 millones de puestos de trabajo para 2050, y los empleos en el sector de la eficiencia energética podrían sextuplicarse y sumar 21 millones de puestos de trabajo nuevos en los próximos 30 años. Además, los empleos en la industria energética alcanzarían los 100 millones en 2050 si se toma en cuenta el impacto general de una transición energética en el sector. En contraste, en un escenario sin transformación energética, se prevé que la industria de los combustibles fósiles pierda más de 6 millones de puestos de trabajo de aquí a 2050.

Tomando en cuenta lo anterior, la seguridad laboral de los que trabajan en las industrias de combustibles fósiles debe garantizarse. Los gobiernos deben desarrollar estrategias que permitan una “transición justa" para los trabajadores afectados y diversificar las actividades económicas en las comunidades afectadas. Lo anterior es factible debido a que las habilidades que se necesitan en el sector de las energías renovables se superponen con muchas de las habilidades de los trabajadores en el sector de las energías fósiles. Por ejemplo, los trabajadores de la industria del petróleo y el gas podrían migrar a puestos en la industria eólica marina, ya que ambas industrias comparten tanto tecnologías como elementos de la cadena de suministro.

Un mundo bajo en emisiones de carbono después del COVID-19

Las decisiones que los líderes mundiales tomen hoy repercutirán en el mundo más allá la crisis del coronavirus. Se enfrentan a una elección: Reabrir las economías impulsadas por las fallidas fuentes de combustible del pasado, o iniciar su recorrido hacia un futuro limpio, seguro y próspero. Los gobiernos que adopten las energías renovables y la eficiencia energética no sólo inyectarán dinero en sus economías, sino que también protegerán la salud y el bienestar de sus ciudadanos en un mundo estable, sostenible y resistente.