Los planes de recuperación postpandémicos tienen el potencial de atender la gran inequidad en términos de accesibilidad en la región

Este blog fue publicado originalmente en C40 Knowledge Hub.

Las grandes ciudades de la región de América Latina tienen una cosa en común: las oportunidades de empleo e ingresos se concentran en unos pocos distritos, mientras que, cada vez más, las zonas residenciales en crecimiento se encuentran a las afueras de las ciudades y de las áreas metropolitanas. Los barrios y ciudades dormitorio albergan a la gran mayoría de la población de bajos ingresos, que tiene un acceso limitado a servicios básicos de saneamiento, agua y alcantarillado. Esto se debe a que el desarrollo inmobiliario se ha guiado únicamente por el razonamiento económico de maximizar ganancias, al buscar los lotes de tierra más baratos posibles para construir viviendas dirigidas a las personas de bajos ingresos.

Como resultado de esta política de desarrollo urbano excluyente e ineficiente, las ciudades latinoamericanas tienen problemas significativos de inequidad en términos de accesibilidad. Por ejemplo, un estudio publicado por el World Resources Institute muestra que hasta la mitad de los residentes de Ciudad de México tienen un acceso restringido a puestos de trabajo y servicios debido a la ubicación de su hogar y a sus opciones de transporte. En este contexto, la crisis generada por la enfermedad COVID-19 deriva en un círculo vicioso: la mala distribución del acceso a infraestructuras sociales adecuadas, agua limpia y alcantarillado, por ejemplo, empeora el panorama ya desolador de personas afectadas por el virus y el número de fallecimientos por éste, y prolonga la crisis sanitaria y sus consecuencias socioeconómicas.

Además, la crisis económica derivada de la pandemia puede agravar y crecer aún más las barreras existentes en nuestras ciudades. Existe, por ejemplo, el riesgo de un colapso en el transporte público, que ya tenía problemas financieros antes de la crisis debido a la pérdida de ingresos causada por la caída de la demanda. Se necesitan implementar medidas de manera urgente para evitar este colapso e impedir que crezca aún más la brecha en niveles de accesibilidad. En este sentido, no basta con simplemente mantener los niveles actuales de accesibilidad, especialmente para los habitantes con ingresos menores.

Esta crisis ha hecho imperativo que aceleremos el cambio en nuestras ciudades. De lo contrario, las ciudades latinoamericanas corren el riesgo de convertirse en el centro de nuevas crisis humanitarias, sociales y económicas. Los planes de recuperación postpandemia se presentan así como una oportunidad para repensar cómo volver a las ciudades más justas y humanas. También es tiempo de ser audaces y fortalecer las alianzas nacionales y extranjeras si queremos un futuro más sostenible, más equitativo y respetuoso con el clima. En este contexto, enumeramos a continuación algunas de las medidas prioritarias que pueden ayudar a las ciudades a construir esa nueva normalidad:

1. Mejorar los servicios públicos existentes mediante inversiones económicas y de alto impacto

Sugerimos fomentar la movilidad activa al instalar carriles para bicicletas, crear espacios más amplios para los peatones y mejorar la calidad del transporte público. Existen acciones de urbanismo táctico que permiten rediseñar rápidamente calles y avenidas para peatones y ciclistas empleando muy pocos recursos. Además, las ciudades también pueden crear de manera rápida carriles exclusivos para autobuses mediante el uso de señalización y pintura, los cuales serán fundamentales para mejorar la agilidad, fiabilidad y eficiencia de las rutas de autobuses. Con ello se crean zonas libres de contaminación y emisiones.

2. Invertir en infraestructura social, económica y residencial en áreas marginadas

Esta no es una prioridad nueva, pero es más importante que nunca. Estas inversiones ayudarían a combatir la desigualdad abismal existente en nuestras ciudades y evitar que la tragedia que están experimentando en esta pandemia se repita: miles de personas enfermaron o fallecieron por carecer de los medios necesarios para mantener los estándares mínimos de salubridad. Una mejor infraestructura permitiría asimismo crear centros de empleo, emprendimiento y oportunidades de generar ingresos dentro de estas comunidades, lo que reduciría el sobreuso de los sistemas de transporte público.

3. Pensar de manera innovadora sobre la movilización de recursos

Algunas de estas acciones requieren ya sea de pocos recursos o de modificar los subsidios existentes. Por ejemplo, para aumentar la financiación del transporte público, las ciudades podrían introducir tarifas por viajes en vehículos privados o aumentar los cargos por el uso de espacios públicos como estacionamientos para vehículos privados. La capacidad de financiación de las ciudades latinoamericanas es notoriamente limitada debido a sus históricamente reducidas bases fiscales, a su crecimiento económico limitado, a las restricciones fiscales impuestas a nivel nacional y a su dependencia de transferencias desde el nivel federal, entre otros factores. Sin embargo, las ciudades pueden buscar fuentes de financiación nuevas e innovadoras. Y aquí es donde entra nuestra última recomendación.

4. Convertir a la sostenibilidad en el eje de desarrollo de las ciudades en los planes de recuperación

Las ciudades ocupan un lugar central en la lucha contra el cambio climático, y son las que saldrían más beneficiadas de un crecimiento sostenible y bajo en emisiones de carbono. Después de todo, sus habitantes se ven directamente afectados por la contaminación del aire y del agua, y pasará lo mismo con el cambio climático. Además de los beneficios obvios derivados de un crecimiento bajo en emisiones de carbono, las ciudades tienen mucho que ganar en términos económicos si convierten a la sostenibilidad en un eje de sus planes de inversión.

Primero, debido a que, a medida que el riesgo climático comience a influir la administración de las carteras de inversores institucionales, el potencial de financiamiento verde continuará creciendo exponencialmente. Mediante inversiones sostenibles en energía, construcción, transporte, gestión de residuos y eficiencia energética industrial, las ciudades tienen un enorme potencial para respaldar nuevos créditos y la emisión de valores verdes a los mercados nacionales e internacionales.

Segundo, porque crear un plan para una recuperación sostenible facilita el establecimiento de nuevas alianzas globales para la movilización de recursos. Las instituciones multilaterales pueden ser un puente para este proceso, al ayudar a capturar recursos. La sostenibilidad es ya un principio rector en los mandatos de los socios multilaterales de desarrollo en Brasil, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Nuevo Banco de Desarrollo.

Finalmente, porque la creación de una cartera de proyectos de infraestructura sostenible relacionados con movilidad, vivienda, energía, agua, residuos y economía digital permite desarrollar mejores prácticas desde el inicio de estos proyectos. Los gobiernos municipales deben establecer una visión y un compromiso con la sostenibilidad, y definir una estrategia clara con objetivos, metas e indicadores para estos proyectos, lo que ayudará a atraer financiación privada. Del mismo modo, las ciudades deberán estandarizar los procedimientos de inversión, incluyendo una reducción de la burocracia siempre que sea posible. Este momento de sufrimiento es más grave para las personas más vulnerables en las ciudades latinoamericanas. Procuremos que sea también una oportunidad para (re)construir ciudades más justas y más sostenibles.