El acceso al agua es un derecho humano fundamental. Sin embargo, el agua para consumo humano es cada vez más inaccesible por factores como la contaminación, la sobreexplotación de las fuentes de agua, y los efectos del cambio climático, con sequías cada vez más frecuentes. A esto se suma que la distribución del agua no es equitativa, y los más perjudicados son los grupos marginados al no contar con las condiciones mínimas de bienestar social. La falta de seguridad hídrica, además, es un multiplicador de vulnerabilidad, ya que exacerba las presiones económicas y sociales que estos grupos marginados ya soportan. Entre las poblaciones afectadas por la inequidad en la seguridad hídrica se encuentran las mujeres, quienes en América Latina suelen cargar con la responsabilidad de suministrar, almacenar y administrar el agua en el hogar, tanto en viviendas urbanas como rurales.

Es indispensable que las soluciones que se planteen para atender las problemáticas relacionadas al agua -escasez, la baja calidad e inundaciones- permitan a su vez reducir la inequidad en su acceso y disminuir la vulnerabilidad de los grupos marginados. Afortunadamente, hay cada vez más evidencia sobre el potencial de la Infraestructura Verde (IV) para avanzar con ambos objetivos, pues además de coadyuvar en la regeneración de los ecosistemas y del ciclo del agua y de ofrecer servicios ecosistémicos de manera sostenible, puede fomentar la equidad social cuando incorpora procesos participativos.

El impacto del abasto de agua en la brecha de género

Karina Sagaón García, vecina de la colonia Campestre Potrero, en la alcaldía Iztapalapa, es una de las beneficiarias del programa Cosecha de Lluvia de la Ciudad de México. Crédito de foto: SEDEMA.

En todo el mundo, las mujeres desempeñan un papel clave en la recolección, almacenamiento, distribución y gestión del agua, y la mayoría de las portadoras de agua en los países en desarrollo son mujeres, especialmente niñas. En algunas partes del mundo donde las mujeres y las niñas pasan gran parte de su tiempo recolectando agua, no sólo existe un alto costo de oportunidad económica, sino también un alto riesgo de lesiones y agresiones. En algunas partes de África, las mujeres pasan hasta dos horas al día caminando para recolectar agua, tiempo que de otro modo podría dedicarse a actividades generadoras de ingresos, educación o esparcimiento.

En México, las mujeres cargan con la tarea de proporcionar agua para el hogar más que los hombres. A esta actividad se suma el tiempo dedicado al almacenamiento y la administración del agua una vez que se obtiene. Cuando las viviendas no cuentan con cisternas, generalmente las mujeres son las encargadas de almacenar la mayor cantidad de agua posible en los recipientes disponibles y de asegurar un uso eficiente y la reutilización de este recurso, para lo que tienen que priorizar y decidir sobre los usos de ésta.

Esta condición de inequidad de género en el manejo de recursos hídricos no suele ser considerada en la toma de decisiones ni en el desarrollo de políticas públicas, en parte porque las mujeres se encuentran subrepresentadas en el sector de agua, saneamiento e higiene, al ocupar sólo el 17% de la fuerza laboral en este sector en países en desarrollo.

En general, las mujeres suelen invertir más tiempo en labores domésticas que los hombres, y hasta tres veces más tiempo si se trata de tareas de cuidado, lo cual implica que sacrifiquen sus propias necesidades y dediquen menor tiempo a su educación y a su desarrollo personal y profesional en favor de cubrir las necesidades de sus familias. Este tiempo que invierten las mujeres en el trabajo no remunerado del hogar se multiplica cuando el agua no llega en las condiciones de calidad y cantidad necesarias, ya sea por un abasto insuficiente o por la falta de infraestructura adecuada.

Toda esta situación podría remediarse si la escasez de agua fuera menos frecuente y severa, si las actividades relativas a la recolección y manejo del agua fueran más equitativas, y si se llevaran a cabo procesos de diseño participativo en el desarrollo de proyectos hídricos en los que aumentara la representación de las mujeres.

La Infraestructura Verde como alternativa para reducir la brecha de género

La Infraestructura Verde (IV) es considerada como una solución que fortalece la resiliencia hídrica urbana al mitigar los efectos del cambio climático, como las inundaciones, las ondas de calor, y los riesgos de escasez de agua. La IV puede complementar a la infraestructura convencional, dotándola de flexibilidad y adaptabilidad, ya que imita procesos naturales para conformar sistemas vivos con capacidades regenerativas y adaptativas. Cuando el foco está en su capacidad complementaria, estas soluciones se denominan Infraestructura Verde-Gris (IVG).

Dada la capacidad que tiene la IV de reforzar la resiliencia hídrica urbana, dotar con esta infraestructura a las zonas vulnerables a los embates del clima coadyuvaría en la mejora de la equidad social, pues evitaría que las problemáticas relacionadas al agua exacerbaran la vulnerabilidad de las poblaciones marginadas. Además, de realizarse este proceso de manera participativa y equitativa, los beneficios que brinda la Infraestructura Verde se incrementarían. Por ejemplo, al asegurar la participación de las mujeres en la planeación de la IV se puede mejorar la funcionalidad de la IV por el papel de éstas como proveedoras y administradoras de agua en los hogares.

Los procesos equitativos no sólo atienden las necesidades de las poblaciones vulnerables, sino que además se aseguran de incluir los conocimientos de grupos que generalmente son invisibilizados, como fue en el caso de León y Chinandega en Nicaragua. En 1999, se implementó un proyecto para proveer de agua a 17 mil habitantes y se identificó la inequidad de género como un reto para lograr su sustentabilidad, por lo que se llevó a cabo un proceso de sensibilización de género para transmitir la importancia de la integración de mujeres y hombres en la gestión de los sistemas de agua. El resultado fue que la mayoría de la comunidad comenzó a preferir que las mujeres lideraran los comités de Agua y Saneamiento.

Entre los métodos y herramientas que se pueden utilizar para asegurar procesos equitativos destacan:

  • Consideraciones de Equidad Social para la toma de decisiones en ciudades, relacionadas con bosques internos, cercanos y lejanos*. Esta guía desarrollada por Cities4Forests tiene el propósito de orientar a las ciudades en consideraciones de equidad social para la toma de decisiones sobre bosques, como parte de la infraestructura natural que fortalece la resiliencia hídrica de las ciudades. Presenta una perspectiva general donde se incluyen ejemplos y referencias a herramientas más específicas.
  • Evaluación de resiliencia en comunidades urbanas (UCRA)**. Esta herramienta reconoce la distribución desigual de los efectos del cambio climático en las ciudades, por lo que permite evaluar necesidades locales de resiliencia a partir de la vulnerabilidad contextual, la resiliencia de la comunidad y la capacidad individual.
  • Mapeo de paisajes sociales***. Esta guía sirve para identificar el capital social en una comunidad. Se enfoca en el flujo de recursos (como información), así como en las prioridades y valores de los actores. Por lo que permite entender la mejor manera de abordar un proceso participativo, de acuerdo con la estructura y dinámica social particular de la comunidad.

El caso de la Ciudad de México

Personal de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) durante las actividades de difusión territorial de marzo 2021 para registrar a personas interesadas en inscribirse al programa Cosecha de Lluvia y que habitan en las alcaldías Azcapotzalco, Gustavo A. Madero, Tlalpan, Coyoacán, Magdalena Contreras, Iztapalapa, Tláhuac y Milpa Alta. Crédito de foto: SEDEMA.

En la Ciudad de México, una entidad que enfrenta una grave sequía, actualmente existe un programa en marcha que busca fortalecer la resiliencia hídrica al disminuir la vulnerabilidad social de las mujeres utilizando Infraestructura Verde-Gris en zonas marginadas de la ciudad.

La Ciudad de México se encuentra entre las tres entidades con mayor estrés hídrico en el país, lo cual, entre otras cosas, implica que el ritmo de consumo supera el ritmo de recuperación de las fuentes de agua. El déficit en el suministro de agua se presenta en las viviendas de comunidades con mayor vulnerabilidad social, y la compensación de esta carencia queda casi siempre en manos de las mujeres del hogar. De hecho, en algunas alcaldías de la Ciudad de México, las mujeres invierten el equivalente a 4.4 jornadas laborales a la semana en actividades relacionadas con el agua.

El Valle de México cuenta con cinco fuentes de abastecimiento: la principal es subterránea, y 68% del consumo proviene de ahí; la segunda más importante proviene de la cuenca del río Cutzamala, que provee el 17% del abastecimiento, y el resto proviene de agua de reúso (7%), la cuenca del río Lerma (5%) y de fuentes locales superficiales (3%).

Actualmente, el 85% del agua en la capital proviene de fuentes comprometidas, pues la disponibilidad de agua subterránea en la cuenca del Valle de México ha disminuido en un 55% en los últimos 10 años por sobreexplotación, y el agua que proviene de la cuenca del Cutzamala se encuentra al 50% de su almacenamiento, principalmente por una condición de sequía prolongada.

La escasez de agua en la Ciudad de México afecta a las delegaciones con mayor grado de marginación. Por ejemplo, Iztapalapa, ubicada al oriente de la ciudad, es la delegación más poblada de la ciudad y presenta un déficit de suministro de agua del 35%. Lo anterior deriva en que algunas de las mujeres que ahí residen inviertan entre una y cuatro horas semanales en acarrear agua a sus hogares.

Para ayudar a atender este problema, el Gobierno de la Ciudad de México implementó en 2019 un programa de Cosecha de Lluvia en viviendas ubicadas en las zonas con mayor escasez hídrica. El programa comenzó en las delegaciones de Iztapalapa y Xochimilco y, debido a su éxito, se ha extendido a otras 6 delegaciones.

El programa consiste en la instalación de sistemas de cosecha de agua de lluvia (SCALL), los cuales permiten captar la precipitación que cae sobre el techo de las viviendas para luego almacenarla en una cisterna y reutilizarla en usos domésticos no-potables, o potables si se le da un tratamiento adicional. Estos sistemas pueden proveer de agua a una familia de 5 a 8 meses durante el año.

El programa tiene un enfoque de género y equidad al priorizar a los hogares encabezados por mujeres, madres solteras, indígenas, personas adultas mayores y personas con discapacidad. Hasta la fecha han resultado beneficiadas más de 13 mil mujeres jefas de hogar, que representan el 65% de los SCALL implementados.

Por otro lado, el proceso de capacitación para la operación y mantenimiento de los SCALL fomentó la distribución equitativa de tareas entre hombres y mujeres. De acuerdo con el reporte “Cambio climático y labores de cuidado” (aún no publicado y al que WRI tuvo acceso), de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, esto resultó en un incremento de 34% a 55 % de viviendas con repartición equitativa de tareas relacionadas con el abasto de agua. Aunado a esto, el proyecto redujo el tiempo dedicado al suministro de agua en el total de los hogares en un 20%. En el caso de los hogares donde la mujer tenía esta responsabilidad, el tiempo dedicado al suministro se redujo en un 30%.

Hacia una resiliencia hídrica con sustento en la sociedad

Las problemáticas asociadas al agua, así como su recrudecimiento debido a los efectos del cambio climático, representan algunos de los retos más importantes a los que nos enfrentaremos como sociedad. Debido a que la responsabilidad sobre el manejo y uso del agua en los hogares suele recaer sobre las mujeres, las soluciones que buscan fortalecer la resiliencia hídrica de las comunidades deben incorporar la perspectiva de género.

La IV tiene un gran potencial para aumentar la resiliencia de los territorios, por lo que es una de las herramientas de desarrollo más potentes para enfrentar el cambio climático, en particular los efectos negativos relacionados al agua. Sin embargo, para aprovechar todo su potencial, las ciudades deben integrar a la planeación, diseño y ejecución de proyectos de IV mecanismos que garanticen la participación y la atención a las necesidades de las mujeres y otros grupos vulnerables. De esta forma, los habitantes no sólo verán su vulnerabilidad reducida, sino que habitarán ciudades cada vez más equitativas y gozarán de una mayor calidad de vida.

*La Guía de aprendizaje sobre equidad social es un documento dinámico. Para obtener más información y enviar comentarios que mejorarán este cuerpo de trabajo, comuníquese con Ayushi Trivedi o John-Rob Pool.

**Para obtener más información sobre la herramienta UCRA, comuníquese con Lubaina Rangwala y Lauretta Burke. Para mantenerse actualizado sobre las últimas investigaciones, análisis y comentarios, suscríbase a nuestro boletín de noticias Greening Governance y síganos en Twitter @WRIGovernance.

***Para obtener más información sobre la guía y sus usos, comuníquese con Gabriela Morales y Sean DeWitt.