¿Te has preguntado qué pasa con el agua una vez que sale por nuestro drenaje y entra al sistema de alcantarillado? La seguridad hídrica va más allá de la tarea de suministrar agua potable. Si bien este es un tema central y de preocupación para la mayoría de los mexicanos (en 2021, 5.9 millones de hogares, un 16.3% del total, enfrentaron obstáculos para acceder al agua), los retos relativos a la sostenibilidad hídrica no terminan ahí. El tratamiento y aprovechamiento de las aguas residuales es uno de los mayores desafíos en la materia y que presenta un fuerte rezago en México.

La falta de tratamiento de aguas residuales contribuye a agravar el estrés hídrico en todo el país, al contaminar las fuentes de agua limpia disponibles y poner en riesgo la salud de las personas. En los países en desarrollo, la diarrea infantil -asociada a la escasez de agua, saneamientos inadecuados, aguas contaminadas con agente patógenos de enfermedades infecciosas y falta de higiene- causa la muerte a 1.5 millones de niños al año. En un estudio realizado por la organización mundial de la salud (OMS) se destacó que cada dólar invertido en mejorar el saneamiento de agua se traduce en un beneficio económico de 5.5 dólares (más los beneficios sociales y ambientales que esto genera). En América Latina, según cifras del Banco Mundial, el 66% de la población tiene acceso a una red de alcantarillado y únicamente el 40% del agua residual recolectada es tratada.

El enfoque de los organismos operadores encargados del agua no considera como prioridad el manejo adecuado de las aguas grises ni favorece los esfuerzos por aumentar el gasto para el tratamiento de aguas residuales.

En México, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) hizo una revisión del presupuesto y gasto de 2012 a 2022 en materia hídrica para conocer en qué se destinaron los recursos durante dicho periodo. Según los hallazgos, el presupuesto aprobado para abastecimiento de agua pasó de 6 mil millones de pesos a 11 mil millones de pesos (a precios de 2022), lo que significó una Tasa Media de Crecimiento Anual (TMCA) del 6.5%. Por otro lado, el presupuesto aprobado para ordenación de aguas residuales, drenaje y alcantarillado cayó de 28 mil millones de pesos en 2012 a 5 mil millones de pesos en 2022, con una TMCA de -14.8% en términos reales. Es decir, mientras que en la última década se destinó más presupuesto al abastecimiento de agua, se designó menos al tema de aguas residuales.

Para transformar el saneamiento y transitar de una perspectiva que ve al manejo de las aguas residuales como un servicio costoso para las finanzas públicas a una que las asume como una inversión con alto impacto social, resulta indispensable el desarrollo e implementación de soluciones desde un enfoque de sostenibilidad. El reto es utilizar la menor cantidad de energía posible en los procesos, así como menos insumos químicos y materiales para su operación y reducir su impacto negativo en el medio ambiente y en la sociedad; todo bajo un marco que favorezca el desarrollo de las comunidades.

Hay ejemplos de cómo lo anterior es posible. Los dos casos que vamos a citar parten de dos artículos: La gestión participativa del agua en México (2002-2012): El caso de San Agustín Amatlipac, Morelos del 2013, y El agua residual y saneamiento: mirada global regional y mirada local. Propuesta de participación y responsabilidad compartida del 2017. Este último presenta el caso FILAGREC en Querétaro.

En 2001, la comunidad de San Agustín Amatlipac, municipio de Tlayacapan, Morelos, México, participó en colectivo con un programa de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) vinculado a una ONG para el uso de ecotecnias (instrumentos destinados al aprovechamiento sostenible de recursos naturales) para el saneamiento del agua. Seis años después intervino un programa federal para iniciar la instalación de una planta de tratamiento. Los pobladores obtuvieron ciertos beneficios de políticas públicas estatales, pero también se vieron afectados por dichas políticas pues se instaló una planta cuando las dimensiones del poblado y la situación de contaminación del agua no lo ameritaban.

Finalmente, la falta de cumplimiento en la ejecución total de la obra los llevó a revalorar su capacidad comunitaria para el manejo de aguas grises. La comunidad, junto con el grupo de la UAEM, optaron, mediante asambleas, por el uso de sistemas alternativos de saneamiento. La planta de tratamiento continúa inutilizada, lo que evidencia un proceso de mala planeación para el tratamiento de aguas residuales. A la luz de estos hechos, es menester evaluar la instalación de costosas plantas de tratamiento en comunidades menores a 5 mil pobladores. Pese a lo anterior, el ejemplo también da esperanza respecto de los logros de la interacción y el saneamiento participativo basados en la necesidad local.

Otro ejemplo es el rescatado por el análisis surgido en 1999 en el estado de Querétaro FILAGREC (Filosofía del Agua Gris Emprendimiento Comunitario). FILAGREC es el resultado de la creación de una metodología participativa y la transferencia de la técnica de un filtro que recicla agua a espacios domésticos. La participación comunitaria es la piedra angular de esta metodología. Los miembros de la comunidad son sujetos activos y corresponsables en la toma de decisiones para el saneamiento del agua y el desarrollo local, lo cual forma parte de procesos sociales para el cuidado del medio ambiente.

La metodología consta de unos sencillos pasos que tienen que ver con la identificación del problema, es decir, ubicar una fuente de aguas residuales en la comunidad; realizar un diagnóstico mediante encuestas; conformar un comité de acompañamiento y seguimiento; impartir talleres sobre el correcto uso del filtro y del agua tratada; realizar un proceso de monitoreo y retroalimentación entre los miembros de la comunidad y, finalmente, dar seguimiento y producir la evaluación de los resultados. El objetivo es la concientización de las personas y la participación comunitaria para el correcto desarrollo del proyecto.

De los análisis anteriores resalta la necesidad de avanzar hacia un saneamiento participativo en el que se ponga al centro la capacidad organizativa de las comunidades rurales y se vea a los usuarios como sujetos de su propio desarrollo, al generar una corresponsabilidad en el cuidado de los recursos naturales.

La gobernanza federal, estatal y local del agua no contribuye en sí misma a formar coaliciones entre las personas y tratar de forma responsable las aguas residuales en las comunidades de menos de 5 mil personas más o menos. La solución consiste en incluir a las comunidades en la gobernanza del agua y empujar hacía procesos de saneamiento más participativos. No se trata de aislar a las comunidades y responsabilizarlas de la difícil tarea de tratamiento de agua, sino de un modelo de participación mixta entre el estado, las empresas prestadoras de servicio de saneamiento y las comunidades.

Una visión adecuada de política pública, tanto a nivel federal como local, sobre la gobernanza y organización comunitaria del agua, tendría un enfoque en el tratamiento del agua residual con base en las necesidades reales de los usuarios, y tomaría como ejes articuladores la metodología participativa, la acción comunitaria, y las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN).

Para llevar soluciones integrales a las comunidades se necesita comprender la vida cotidiana de los pueblos y conformar estructuras organizacionales para la planeación participativa en el manejo adecuado de los recursos hídricos.

Consideramos que la metodología FILAGREC es una alternativa novedosa para mejorar la administración de las aguas residuales y crear comunidades partícipes e interesadas en el manejo de sus externalidades. Este tipo de soluciones permiten imaginar nuevos sistemas de gobernanza más participativos y adecuados para resolver los problemas que se enfrentan en las localidades. Es por eso que WRI está comprometido a experimentar con estos nuevos modelos de gobernanza que conduzcan a una visión hídrica sostenible adecuada a las necesidades del siglo XXI.

En WRI buscamos visibilizar alternativas a la gestión del agua como una gobernanza inclusiva y la salud de los ecosistemas. Además, buscamos incluir el uso de SbN para la gestión de residuos tiene múltiples beneficios que actualmente no están incluidos en los análisis de viabilidad de los proyectos. Fomentar la administración de agua residual en las comunidades y empoderarlas con el conocimiento de las SbN es una excelente manera de garantizar un mejor cuidado del agua en México.