A pesar de los esfuerzos por transversalizar los temas de género en la agenda climática, las mujeres continúan experimentando barreras sociales, políticas y económicas que restringen su participación en las negociaciones y la planificación de políticas climáticas.

En noviembre del presente año se celebrará la Vigesimosexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) en Glasgow, Escocia, y, en este vital foro para la política climática internacional, menos del 25% de los puestos influyentes en el equipo de liderazgo son ocupados por mujeres. De acuerdo con algunas estimaciones, lograr la paridad de género dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) no será posible hasta el año 2042.

Arte de la campaña SheChangesClimate

Lo anterior, pese a que el Informe sobre el 52° período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas declara que: “Las mujeres suelen tener un gran conjunto de conocimientos y experiencia que pueden utilizarse en estrategias de mitigación del cambio climático, reducción de desastres y adaptación. Además, las responsabilidades de las mujeres en los hogares y las comunidades como administradoras de los recursos naturales y domésticos las posicionan bien para contribuir a las estrategias de medios de vida adaptadas a las cambiantes realidades ambientales”.

Debido a este papel central que juegan las mujeres en el desarrollo social, ambiental y económico, es esencial asegurar no sólo su participación, sino también su liderazgo en los procesos comunitarios, nacionales e internacionales de toma de decisiones, tanto para la acción climática como para la reducción del riesgo de desastres.

El techo de cristal en la agenda política internacional sobre el cambio climático

La Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 establece en su Principio 20 que “las mujeres tienen un rol fundamental en la gestión ambiental y en el desarrollo. Por lo tanto, su plena participación es esencial para lograr el desarrollo sostenible”, y representa un parteaguas al resaltar la necesidad de incorporar la equidad de género en el desarrollo sostenible. Pese a este camino andado por incluir a las mujeres, la paridad de género en la toma de decisiones y definición de líneas de acción en el tema sigue sin lograrse.

En el campo de las negociaciones internacionales para el cambio climático, por ejemplo, la disparidad continúa. La Secretaría de la Conferencia de las Partes mandata la realización anual de un reporte sobre la composición por sexos de los órganos constituidos en la CMNUCC y sus principales instrumentos, como el Acuerdo de París. En el más reciente informe, publicado en octubre de 2020 , se aprecia cómo las mujeres tienen un menor porcentaje de representación en órganos ejecutivos como la Junta Ejecutiva del Mecanismo de Desarrollo Limpio, con un 10% de representatividad, mientras que ocupan mayores espacios en comités que tratan temas de adaptación, como el Comité de Adaptación, con un 56% de representatividad. El reporte concluye que la tendencia hacia 2018 respecto a una mayor paridad de género se revirtió hacia 2019 y 2020, con sólo dos órganos con paridad de género de los 16 que establecen a la CMNUCC.

Por su parte, la participación femenina en materia de investigación y reportes técnicos también es menor. Por ejemplo, en el Sexto Informe de Evaluación (IE6) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), publicado en agosto de 2021, las mujeres representaron el 34% del total de los autores. Dicha representación disminuye entre ciertos grupos de trabajo, como el de ciencia física, con sólo 28% de autoras, y el de mitigación, con 32%. De igual manera, según cifras de 2015, las mujeres no representaban más del 35% de los miembros directivos de los Mecanismos de Financiación Climática como el Global Environment Facility, Adaptation Fund, Climate Investment Fund y el Green Climate Fund.

También es visible la falta de transversalización del género en las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, por ejemplo, en los principales instrumentos que comprometen a los países a llevar a cabo acciones para limitar el cambio climático: las NDC. Actualmente, sólo el 37% de estos instrumentos menciona explícitamente el género o a las mujeres en el contexto de sus prioridades nacionales.

Menor participación, pero mayor vulnerabilidad ante el cambio climático

La vulnerabilidad climática de las niñas y mujeres se acentúa debido a las barreras a las que se siguen enfrentando en cuanto al acceso a la información y preparación, muchas veces derivadas de limitaciones institucionales, como el enfoque de género en la educación, las costumbres y las expectativas sociales. La división sexual del trabajo y los roles tradicionales que sitúan al género femenino en el espacio doméstico generan mayor presión en las mujeres al momento de proveer cuidados y abastecerse de los recursos necesarios para el hogar. Por ejemplo, muchas mujeres tienen una movilidad restringida fuera del espacio doméstico, lo cual puede resultar en consecuencias tan graves como una mortalidad 14 veces mayor en mujeres que en hombres ante desastres naturales.

En la esfera rural, las mujeres realizan contribuciones fundamentales a la economía, ya sea como agricultoras, labradoras o empresarias. En países en desarrollo, las mujeres representan dos tercios de la fuerza laboral del sector agrícola y pueden representar entre el 45% y el 80% de toda la fuerza laboral de producción de alimentos, dependiendo de la región. No obstante, a nivel mundial, solo el 13.8% de las mujeres tienen control sobre el territorio, lo que las priva de la toma de decisiones para actividades productivas y gestión de la tierra. El problema de falta de inclusión en la toma de decisiones en materia de medio ambiente y cambio climático es particularmente grave para las mujeres indígenas, tanto a escala local como internacional. En México, en 2019, sólo el 7.4% de los ejidos y comunidades con órgano de representantes fue presidido por una mujer. La propiedad de la tierra provee de derechos en la toma de decisiones sobre el acceso a la tierra y sus recursos y, sin acceso a propiedad de la tierra, las comunidades relegan a las mujeres de asuntos que impactan directamente su vida y la de sus familias.

Las mujeres como agentes de cambio

Las mujeres no sólo son más vulnerables, también son agentes potenciales de cambio. En este sentido, es importante reconocer las diferencias de género en las actividades económicas, el acceso a recursos y el poder de decisión de mujeres y hombres, pues esto es imprescindible para transformar las causas subyacentes de la desigualdad y para evitar que los efectos del cambio climático las profundicen.

Mientras los países avanzan en la actualización de sus NDC rumbo a la COP26, existe un enorme potencial para incrementar el enfoque de género en la acción climática que promueva la participación de las mujeres, al tiempo que contribuya a limitar el incremento de la temperatura promedio global en 1.5°C respecto a los niveles preindustriales.

Retomando algunos elementos planteados durante la COP25 en el Plan de Acción de Género y Cambio Climático, se sugiere:

  • Fortalecer las capacidades de los gobiernos y de otros actores para transversalizar el género en la formulación, monitoreo, implementación y revisión de políticas, estrategias y programas de cambio climático.
  • Fortalecer las capacidades de gobiernos y de otros actores para recolectar, analizar y aplicar datos desagregados por sexo y análisis de género en contextos de cambio climático.
  • Fortalecer la evidencia y el entendimiento de los impactos diferenciados del cambio climático en hombres y mujeres, aunado al rol y las oportunidades de las mujeres como agentes de cambio.
  • Promover la participación igualitaria de mujeres en el liderazgo, negociación, y participación en los procesos de toma de decisión sobre cambio climático.
  • Invitar a las comunidades locales y comunidades indígenas a participar y colaborar en diálogos para avanzar en la política y acciones climáticas.

Asegurar no sólo la participación, sino también el liderazgo de las mujeres en estos procesos es esencial para reducir efectivamente la vulnerabilidad de la población y los ecosistemas ante el cambio climático.

Las respuestas al cambio climático deben abordar los problemas históricos y desventajas estructurales. Como tal, la política y acción climática deben reconocer que, debido a su papel central en el desarrollo ambiental, social y económico, la inclusión de las mujeres es un componente esencial; la equidad de género es beneficiosa para el bienestar y los medios de vida de las familias y las comunidades.

Manifestantes en Londres durante una protesta en Parliament Square en septiembre de 2021. Crédito de foto: Alisdare Hickson en Flickr.

Finalmente, es necesario visibilizar los grandes esfuerzos que se han hecho para integrar el género en estos temas como la campaña SheChangesClimate, lanzada en noviembre de 2020 con el objetivo de exigir un 50% de participación de mujeres en los equipos de liderazgo de la COP26, ante un panorama en el que la disparidad se encontraba en 85% de los puestos de liderazgo ocupados por hombres. Además de este objetivo, la campaña SheChangesClimate tiene la visión global de lograr una paridad de género en todas las delegaciones participantes en las COP.

Es necesario incrementar la vinculación entre estas instituciones con la academia, gobierno y organizaciones de la sociedad civil, sumando esfuerzos y asegurando que el género y el cambio climático sean temas transversales en las agendas nacionales y subnacionales.

Con información y participación de: Samantha López, AnaMaría Martínez y Avelina Ruiz